¡Bienvenidos otra vez! Para la entrada de hoy, presento la
primera edición de la serie Compositor estimado, obra desestimada, que será
dedicada a aquellas obras desconocidas
por compositores bastante conocidos. Muchas de ellas tuvieron algo o mucha
atención en su momento, pero no lograron mantenerse en el repertorio por obvias
razones (o no tanto). Hoy presentaré algunas obras de Edward Elgar que fueron
escritas durante la Primera Guerra Mundial y que tienen cierta importancia
histórica ya que representan el estado de ánimo del compositor durante
diferentes momentos del conflicto. Estas son: Carrillón Op. 75, Polonia Op. 76 y The Spirit of England Op.80.
Nacido en 1862, Elgar fue el cuarto de siete hijos de un
comerciante musical católico de Worcestershire. Él fue un compositor en gran
parte autodidacta, quien a pesar de las barreras y envidias de la sociedad y
los círculos académicos de la era Victoriana, logró tener mucho éxito como
William Byrd tres siglos antes. Elgar recibió gran parte de su educación
musical en casa, ya que su padre poseía muchos conocimientos musicales, si bien
mucha de su inspiración fue obtenida durante sus viajes al continente cuando
tenía 20 y 30 años, en especial aquellos a Alemania. Allí, estuvo en contacto
con la música de Schumann, Rubinstein, Brahms y Wagner, al mismo tiempo que
hacía amistades importantes, sobre todo aquella con Augustus Jaeger, un editor
de música de Düsseldorf, quien inspiró muchos trabajos juveniles de Elgar y
cuya personalidad está descrita musicalmente en el primer gran éxito de Elgar,
las Variaciones Enigma Op.36. Los
triunfos del compositor se multiplicaron poco a poco y para 1914, Edward Elgar
se convirtió en el músico más importante del Imperio Británico. Sus dos
sinfonías (Opp. 55 and 63 respectivamente), sus gigantescos oratorios como El Sueño de Geronte Op.38 y sus obras
más ligeras como las Marchas Pompa y
Circunstancia Op. 39 (Nos. 1 a 4) lo llevaron a ser nombrado caballero en
1904 y su música representaba el optimismo y la gran gloria del Imperio antes
del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
Carrillón Op.75
fue compuesta durante los primeros meses la guerra, es decir a fines de 1914,
como reacción ante la voraz invasión alemana en Bélgica. La obra es un drama
recitativo sobre el poema “Después de Amberes” del belga Émile Cammaerts que
puede ser recitado en el idioma original o en su traducción inglesa Carrillón
(versión aquí presente). No es raro encontrar este tipo de composición a
principios del siglo XX y los fervores patrióticos del momento por parte de
belgas y británicos dieron preferencia a un recitativo que a un tratamiento
coral/orquestal de la obra. La estructura musical es realmente muy simple:
Elgar crea un leitmotiv descendiente de cuatro notas el cual recuerda los carrillones
desaparecidos de los pueblos e iglesias arrasados por la guerra. Después de una
introducción de dos minutos, el recitador comienza ardientemente su tarea con
las palabras “Belgas, canten, ¡canten!” para describir la terrible destrucción
de la nación belga. La orquesta entra y sale de su recitativo, dejando muchas
veces las partes más solemnes en solitario. Al final, el poeta divisa una
triunfal reconquista de Bélgica y un avance monumental sobre Berlín, guiados
por un sentimiento de “dulce venganza”. El día de hoy, la obra puede ser
interpretada sin texto.
El brillante optimismo de una guerra que debió haber
terminado en la navidad de 1914 y que alimentó moralmente las tempranas
operaciones del ejército británico pronto se desvaneció, especialmente cuando
el avance en el frente Occidental se detuvo y las masacres de la primera guerra
totalmente industrializada se convirtieron en el pan de todos los días para los
soldados en las trincheras y para las ya inútiles divisiones de caballería, ya
que tuvieron que enfrentar ametralladoras, proyectiles explosivos y granadas
que detenían el rápido avance militar. Sin embargo, los horrores de la guerra
fueron rápidamente acogidos por las bellas artes: Laurence Binyon, un poeta
importante dentro de la esfera artística británica, fue pronto en publicar
algunos poemas inspirados en la guerra en el Times hacia finales de 1914, si
bien él vio algo de acción hasta 1916 como ayudante médico. Tres de sus poemas
“El cuatro de Agosto”, “Para las mujeres” y “Para los caídos” se convirtieron
en una trilogía que Elgar llamó “The
Spirit of England” y que se convirtió en el Op. 80 de su producción. Esta
composición fue de difícil creación ya
que hubo factores internos y externos a su lógica que impidieron su estreno
próximo. Primero, un compositor conocido de Elgar, Cyril Rootham, ya estaba
trabajando en musicalizar “Para los caídos”. Segundo, mientras que Elgar pudo
musicalizar el segundo y tercer poema sin problema, aquél titulado “El cuatro
de agosto” tuvo un peso especial sobre el compositor, ya que había algunas
líneas que se referían a los alemanes como “Vampiros de la desgastada voluntad y
de la sangre de Europa”. Como recordarán, Elgar (al igual que Delius, cuya
música fue explorada la semana pasada) tenía grandes amistades en Alemania y
estos versos lo trastornaban un poco. No obstante, la cruda realidad viniendo
del campo de batalla lo hizo cambiar poco a poco de parecer y encontró manera
de proseguir con la obra. Tercero, cuando la obra fue estrenada, fue muy
difícil encontrar un tenor que pudiera cantar durante el segundo movimiento y
por esa misma razón, toda la obra fue cantada con una única solista. Finalmente
y contra viento y marea, la obra fue estrenada en Octubre de 1917. The Spirit of England está compuesta
para orquesta, coro mixto y dos solistas (una soprano y un tenor). Durante los
tres episodios, la música es mayormente de naturaleza desolada. A pesar de
ello, hay pasajes mucho más optimistas y se le considera a todo el conjunto
como el Requiem de Guerra de Elgar. “El cuatro de Agosto” comienza con
profundos intervalos disonantes en los metales y los alientos para dar paso a
una introducción mucho más alegre, la cual es seguida por la entrada del coro y
la soprano. El poema es más bien caracterizado por una marcha alegre que por
notas tristes, ya que sirve como un llamado a las armas. Sin embargo, al
acercarse a los versos referidos a los alemanes, Elgar reutiliza material del
coro de los demonios del oratorio El Sueño de Geronte e incluso más allá, ya
que los versos finales son caracterizados por disonancia y desesperación. A
pesar de todo, el optimismo e ímpetu inicial vuelven una vez más. “Para las
mujeres” es un movimiento mucho más introspectivo y de reflexión. El tenor, con
voz dramática, introduce el movimiento hasta la primer entrada del coro,
igualmente dramática. El uso efectivo de la orquestación y el cromatismo evocan
las palabras del poema, que trata sobre el dolor de una pérdida y de mantenerse
fuertes a pesar de todas las adversidades, con gran efectividad. La puesta en
música del tercer y último poema “Para los caídos” es en realidad una gran
marcha fúnebre con un pequeño toque mahleriano: Tonalidades menores y un
leitmotiv marcial compuesto de intervalos en saltos son la columna vertebral
del movimiento, cuya sección central es un memorial para los jóvenes soldados
muertos en la guerra y que contrasta con el tono sombrío del resto del
movimiento. Eventualmente, las almas de los soldados encuentran la luz y el
descanso eterno, señaladas por la predominancia de tonalidades mayores hacia el
fin de la obra.
Mientras tanto a mediados de 1915, Elgar se dedicó a la
composición y estreno de su poema sinfónico Polonia Op.76. Esta obra fue
compuesta para un concierto de caridad para el fondo de ayuda a las víctimas
polacas de guerra, basado en Inglaterra y que ayudaba a polacos que buscaban
asilo en dicho país. Dicho poema sería una premonición de los hechos que
ocurrirían años más tarde. Polonia no existía como nación desde el congreso de
Viena de 1815 y varias revueltas independistas tuvieron lugar a lo largo del
siglo 19 para liberarse de sus captores: Austria, Rusia y Prusia (más tarde
Alemania). Como resultado de la dominación extranjera, los jóvenes polacos eran
forzados a enlistarse en los ejércitos de éstos tres países y la 1GM no fue
excepción. Muchos polacos huyeron a Europa Occidental y organizaciones como el
dicho fondo nacieron para apoyar a estos refugiados. Elgar compuso esta gran
obra para gran orquesta (y órgano) que describe musicalmente las luchas
continuas y el dolor causado al pueblo polaco por la opresión imperial de
aquellas tres naciones. Polonia quizás no existía, pero su alma vivía en sus
artistas y en el pueblo, así que Elgar cita canciones patrióticas como la Warzawianka (Marcha de los zuavos), Z dymem pózarow (Bajo el humo y el fuego)
al igual que obras clásicas como el Nocturno
de Chopin y la Fantasía Polaca de
Paderewski (a quien la obra está dedicada y quien más tarde se convertiría en
primer ministro de Polonia) y un tema original de Elgar marcado nobilemente. Estos temas son usados en
diferentes contextos que van desde lo reflexivo y lo melancólico hasta lo
angustiado y patriótico, los cuales culminan en una lucha final contra los
tiranos extranjeros, triunfando finalmente contra ellos, gesto que es
simbolizado por la Mazurca de Dabrowski,
melodía que se convertiría en el himno nacional de Polonia poco después.
Finalmente, los tumultos sociales crecientes en los Imperios Centrales y la
Revolución Rusa trajeron como consecuencia un último levantamiento armado en
las tierras polacas después del final de la 1GM, el cual aseguró su
independencia bajo el Tratado de Versalles de 1919 con apoyo de los Aliados de
Occidente.
Sebastián Rodríguez Mayén.
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