(Spanish
version follows)
It is 1914.
Political tensions are at rise all over Europe. In June, the assassination of
Prince Franz Ferdinand, heir of the Austrian crown, by a Serbian nationalist,
was to be the spark that started a four year long inferno that killed over 10
Million people, destroyed several Empires and damaged European economic,
political and cultural hegemony forever. It is in that context that Ottorino Respighi
(1879-1936) wrote what it would become his only symphony, the Sinfonia
Drammatica. Written through 1914 and premiered next year in January; this symphony
is a mirror of the time it was composed, since Respighi’s home country, Italy,
did not enter the war until May 1915. As a consequence, the growing anguish and
fears of the Italian people are somehow reflected through its music.
The scope
of the symphony is gargantual: It is scored for a large orchestra in the guise
of contemporary composers such as Mahler, Strauss and Debussy, including triple
woodwind (plus an E flat clarinet), six horns, triple brass, tuba, timpani,
percussion, harp, a large body of strings and organ, whose only pedals are used
in the finale. The work is organized in three movements, each of them lasting
around 20 minutes, as an ordinary late Romantic symphony. It is written in the
key of B-flat minor, which has been long considered dark, somber and ominous. While
the musical features and effects might sound Teutonic, the rhythmic
syncopations and gestures grant the music a distinctive Italian flavor, and
prophesy the features of the music that in the future, made Respighi’s name. The
symphony starts (Allegro energico 0:00) with
hard sounding timpani beats against the orchestra enouncing the main motive,
which is further developed by the oboe and retaken by the whole orchestra. This
theme is further developed in episodes full of anguish, despair and desolation,
most of them coming to spotlight thanks to the use of brass. In the end, the
main theme comes triumphantly (in B-flat major) announced by the horns and
woodwind, followed the whole orchestra into the movement’s climax, just to
subside quietly in the low strings, accompanied once more by ominous timpani
strikes. The second movement (Andante
sostenuto, in G-flat major 25:05) begins with a thunderous statement from
coming from brass and strings which downplays gradually to the oboe, instrument
that remains in charge of developing the main features of this section. Feelings
of despair come and go out this movement, replaced by some sort of reflective
calm, mostly showcased by strings and especially woodwind. Anxiety returns
within the first bars of the third movement (Allegro impetuoso, in F minor, 42:20), this time more urgent and
decisive and recalling a tarantella in
F minor, followed by an impending call to arms, to action. This is reinforced
by a heroic fanfare pronounced by brass instruments altogether, followed by a
maelstrom of dissonance. The battle mood subsides eventually leading to a calm
interlude, filled with mixed feelings, even some sense of humor represented by
the xylophone, clarinets and glissandos in strings, yet the anguished mood
promptly returns on brass, as well as the main theme of the first movement, now
with a sense of tragedy. This leads once more to the battle fanfares, this time
more defying and heroic, as if they were the last stand of an era of ideals,
meeting as the last time, a dissonant maelstrom. A less humoristic, more anguished an
uncertain interlude follows, as well as the outcome of the symphony: a
Mahlerian funeral march (in the tonic), a premonition of the sad and dramatic
end of the European age. Respighi uses percussive instruments and the organ
pedals to heighten the sense of loss, giving the march a slow pace, as if music
would carry an extremely heavy coffin, that one of the European empires, that
one of European romanticism, that one of European idealism. In the end World
War I came to be a sad war, with more losers than winners.
Today,
Respighi’s only symphony might be seen as a legacy of and a farewell to a
bygone era. The document is then of a highly historical importance, since the
spiritual and philosophical questions (and answers) prove to be true to its age
and time period. Its unfortunate fate in the repertoire lies not on its
rhapsodic structure or lack of innovative issues, but most likely in the earliness
of its conception. Italy was just on the brink of war on the eve of 1915, so an
anguished piece with a desolate and traumatic ending was not to be welcomed.
Italy endured also heavy losses during the conflict but ended relatively
triumphant in 1918. The coming of the fascist regime and the subsequent fame of
Respighi’s Roman Trilogy left this work relatively forgotten. It is not until
very recently that it has enjoyed a revived interest on it, interest that
should be fostered by the centennial commemorations of World War I.
Sebastian Rodriguez Mayen
La Sinfonía “Drammatica” de Respighi:
Una obra olvidada de una guerra para nunca olvidar
Es 1914. Las tensiones políticas están en auge por toda
Europa. En junio, un nacionalista serbio mata al príncipe Francisco Fernando,
heredero al trono austriaco. Con este asesinato, Europa se sumiría en una larga
pesadilla de cuatro años, cuyo saldo fue 10 millones de muertes, el colapso de
varios imperios y el fin de la hegemonía político-económica y cultural del
Viejo Continente en el mundo. Es en este contexto que Ottorino Respighi (1879-1936)
compuso su lo que sería su única sinfonía, la Sinfonia Drammatica. Escrita
durante 1914 y estrenada en enero del año siguiente, la obra es un vivo reflejo
de su tiempo, ya que sería hasta mayo de 1915, que Italia entraría a la 1ª
Guerra Mundial. Como resultado, los miedos y angustias de los italianos se ven
plasmados en el carácter dramático de la música.
La visión del compositor es más que expansiva: Respighi
utiliza una gran orquesta, similar a aquella de sus contemporáneos Mahler,
Strauss y Debussy, la cual incluye alientos triples (más un clarinete en Mi
bemol), seis cornos, metales triples, tuba, timbales, percusión, harpa, un gran
número de cuerdas y órgano, cuyos pedales solamente son usados en el movimiento
final. La pieza se divide en tres movimientos, de 20 minutos cada uno
aproximadamente, como cualquier sinfonía del romanticismo tardío y está escrita
en la clave de si bemol menor, una tonalidad considerada desde siempre sombría,
oscura y ominosa y, mientras las características musicales y efectistas de la
obra son de naturaleza teutónica, los síncopes y otras gestos rítmicos le dan a
la música un acento típicamente italiano. Así mismo, el uso de los recursos orquestales
vaticina las obras futuras que le dieron fama a este compositor. La sinfonía
comienza (Allegro energico 0:00) con
el sonido de los timbales en contraposición a la orquesta, quien anuncia el
tema principal. A su vez el tema es retomado y desarrollado por un oboe quien a
su vez pasa el motivo al resto de la orquesta. El tema de este movimiento se
desarrolla durante los siguientes episodios llenos de angustia, desesperación y
desolación, casi todos introducidos por un excelente uso de los metales. Hacia
el final, el tema principal regresa anunciado por los cornos y los alientos,
seguido por toda la orquesta hacia el clímax del movimiento, el cual
gradualmente se esfuma por las cuerdas graves y es acompañado una vez más por
el ominoso retumbar de los timbales. El segundo movimiento (Andante sostenuto, en sol bemol mayor
25:05) comienza de nuevo con una estridente afirmación de las cuerdas y los
metales que disminuye una vez más para que el oboe desarrolle una vez más la
melodía, pero correspondiente a este movimiento. La desesperación y la angustia
entran y salen de esta parte de la sinfonía. En cambio, son sentimientos de
calma y de reflexión los cuales predominan este movimiento, notablemente
ejecutados por los alientos y las cuerdas. La ansiedad regresa con el tercer
movimiento (Allegro impetuoso, en fa
menor 42:20), esta vez con una especie de tarantela, llena de urgencia y
decisión, la cual es seguida por un llamado a las armas, a la acción, reforzado
por una fanfarria heroica en los metales que termina estrellándose en un
remolino disonante. El tema de batalla se esfuma conllevando a un interludio
bastante calmado, el cual está lleno de sentimientos encontrados, incluso algo
de sentido del humor marcado por el xilófono, el clarinete y cuerdas en
glissando. Sin embargo, la angustia regresa junto con el tema del primer
movimiento, esta vez lleno de un sentimiento trágico. Las fanfarrias de guerra
suenan una vez más, mucho más desafiantes, como si se tratase de la última
defensa de una era ideal, sin embargo, una vez más estas colapsan ante la
disonancia. Cuando la batalla se disipa, el interludio “calmo” regresa, pero
lleno de angustia e incertidumbre, sólo para dar paso al final de la sinfonía:
una enorme marcha fúnebre mahleriana (en la tonalidad original), una suerte de premonición
del triste y dramático final de la era Europea. Respighi utiliza las
percusiones y los pedales del órgano para enfatizar el sentimiento de pérdida,
haciendo que la marcha ralentice cada vez más, como si la música cargara un
pesadísimo ataúd: el ataúd de los imperios, del romanticismo y del idealismo de
la era Industrial Europea. El compositor no se equivocó, a final de cuentas la
1ª Guerra Mundial acabó siendo una guerra triste que dejó muchos más perdedores
que ganadores.
Hoy en día, la única sinfonía de Respighi puede ser
considerada al mismo tiempo un legado y un adiós a una era ya desaparecida. El
documento cobra entonces una enorme importancia histórica, ya que las preguntas
(y respuestas) filosóficas y espirituales que la música plantea corresponden a
la época en que fue escrita. Su terrible destino lejos del repertorio quizás no
está en su estructura casi rapsódica o su aparente falta de innovaciones
musicales, sino más bien en el momento de su creación. En 1915, Italia se
encontraba a punto de entrar en la Guerra. Una sinfonía tan angustiada y cuyo
final solo prometía desolación e incertidumbre difícilmente sería bienvenida.
Durante la guerra, los italianos sufrieron grandes pérdidas y sin embargo,
resultaron relativamente victoriosos al final de ésta en Noviembre de 1918.
Posteriormente, el advenimiento del régimen fascista de Mussolini y la
subsecuente fama de la Trilogía Romana de Respighi dejaron esta obra en el
olvido. No es hasta muy recientemente que ha habido un sincero interés en conocer
esta obra, el cual debería ser animado aún más por las conmemoraciones del
centenario de la 1ª Guerra Mundial.
Sebastián Rodríguez Mayén
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