(English version below)
Hace algunos meses, hablamos
brevemente de la Guerra Civil Española como conflicto premonitorio de la 2GM
durante el tema anual de 2014. No obstante, es un conflicto complejo e
importante de explicar ya que en palabras de algunos historiadores, fue la
única batalla perdida por la libertad en Europa Occidental. Incluso antes de la
derrota sufrida durante la Guerra de 1898 y la pérdida de sus colonias, España
yacía tremendamente detrás del resto de Europa en ámbitos políticos, sociales y
económicos, al punto de que existía una sórdida creencia tanto científica como
académica que “Africa comenzaba en los Pirineos”, frase falsamente atribuida a
Alejandro Dumas Sr, pero que sin embargo aparece correctamente en el ya vetusto
manual Las Razas de Europa: un Manual Sociológico del economista y teórico
racial William Ripley. No obstante, la idea se originó en dos diplomáticos
anti-España, Dominique Dufour de Pradt y Domingo Antonio de Sousa Coutiño, conde
de Funchal, durante el Congreso de Viena en 1815. Considerando como se dio la
evolución de las estructuras de poder tras dicho punto en la historia, con
crecientes polos francófilos y anglófilos en Europa y América, un fuerte
movimiento racial se operó en contra de los españoles, considerándolos una raza
mestiza, no como europeos puros, al haber mezclado su sangre con la “salvaje e
incivilizada” civilización árabe durante la Edad Media. Dicho sentimiento no
hizo más que crear un círculo viciosa, ya que por fuera eran considerados como
incapaces de progresar y por dentro, los intelectuales y los liberales se
encontraban con poco apoyo para derrumbar a la monarquía y a la iglesia,
instituciones que ejercían tremendo poder sobre el pueblo tal y como lo hacían desde
el siglo XVI.
Sólo fue con la 1GM, o la
Guerra del ’14, que hubo manera de catalizar y retar a estas estructuras, ya
que la economía, lejos de liberalizarse, era extremadamente dependiente de las
industrias británicas, francesas y alemanas, mismas que sufrían al progresar y
estancarse el conflicto. Mientras que en principio ésta se alzó, la epidemia de
influenza daño terriblemente la economía de la nación, de allí el nombre de
Gripe Española (aunque ahora se sabe que comenzó en EUA). Tras la crisis, las
principales huelgas fueron suprimidas y el país entró en pánico cuando la
Guerra del Rif (1925-26) amenazó el Marruecos español; el rey Alfonso XIII
entonces apoyó una dictadura militar como única solución al dilema. La guerra
se ganó y los problemas más o menos desaparecieron, pero en 1930 una nueva
crisis estalló como consecuencia de la Gran Depresión. Durante un referendo
popular en 1931, se propuso una nueva república, la cual fue apoyada por una
gran mayoría de españoles, causando que el rey huyera y se exiliara sin
siquiera abdicar. No obstante, un país tan culturalmente diverso cayó sin duda
en una gigantesca división ideológica entre la izquierda y la derecha. Los
izquierdistas deseaban una liberalización veloz del país, de inmediato
abrazando el socialismo, el comunismo y el ateísmo como caminos hacia un rápido
progreso socioeconómico; lo mejor que se puede pensar es que era idealismo puro
aunque en realidad, esto supuso su pronta derrota. La derecha política quedaba
aterrada con dichos planes, ya que sus privilegios serían blancos de un sistema
liberal donde toda institución centralista, como la iglesia o el ejército,
perdería poder. Al final, supieron aprovechar las ventajas que el miedo a la
incertidumbre, paradigma que según ellos solo podría resolverse con un orden
fuerte religioso y militar, les daría para atemorizar a la población durante
aquellos años. Esta gran división se polarizó tras la elección general de 1936,
cuando un frente popular anarco-comunista-socialista bajo la dirección del presidente
Manuel Azaña tomó el poder. Los aristócratas, eclesiásticos y militares temían
que fuera su fin, sobre todo porque la República recibió gran apoyo de Stalin y
la URSS, entonces prepararon una insurrección abierta. El 18 de julio de 1936,
los generales Francisco Franco y José Sanjurjo llamaron a una revuelta militar
desde las Islas Canarias, un llamado respondido por varias facciones en los
enclaves marroquíes y en el territorio continental español. La Guerra Civil
había comenzado.
Benjamin Britten: Pacifista y voluntario de guerra.
Rápidamente, España se sumió
en una guerra fratricida. Los nacionalistas insurrectos tuvieron apoyo casi
inmediato de dos poderosos aliados extranjeros: los gobiernos fascistas y
totalitarios de Italia y de la Alemania Nazi, cuyas ideas sobre control eran
compartidas por Franco y los oligarcas españoles. La República pidió apoyo a
Francia, Inglaterra y los EUA pero sin éxito; éstos temían una retribución
militar por parte de los alemanes y no estaban listos para contener su poder.
Azaña solo encontró apoyo en lejanos aliados: la URSS, país que tenía pacto de
no agresión con los Nazis, y México, muy lejos de cualquier amenaza real pero
débil militarmente para enviar una fuerza expedicionaria lo suficientemente
grande para vencer a los Falangistas insurrectos. No obstantes, gente con
profesiones liberales, intelectuales, artistas, escritores e incluso
mercenarios de todo el mundo fueron atraídos por la causa republicana y de
inmediato formaron brigadas militares voluntarias. Nombres como Ernest
Hemingway, Robert Capa, David Alfaro Siqueiros o W.H. Auden siempre serán
recordados como voluntarios sin precedente para una causa perdida. Éste último
de hecho, compuso un poema entitulado “adiós” antes de ir a combate en 1937,
dicho poema sería usado en una obra coral dedicado al valor de las Brigadas
Internacionales, misma que fue compuesta por Benjamin Britten, un compositor de
en sus veinte y cuya Balada de los Héroes sería uno de sus primeros éxitos.
Britten nació en Lowesoft, Suffolk,
siendo hijo de un dentista, en 1913. Desde temprana edad mostro talento
musical, tal como Mozart y Prokofiev, y sus primeros intentos compositivos
ocurrieron cuando él tenía 5 años, curiosamente para el pleno agrado de su
madre. Cuando niño, se volvió el orgullo familiar al tocar tanto el piano como
la viola y pronto se volvió el centro de atención de su “excéntrica” familia
durante las tertulias musicales de su madre. Cuando fue a la escuela, tuvo que
presenciar y soportar crueles castigos corporales por parte del director Thomas
Sewell, hombre que se convertiría en su adversario espiritual durante sus
primeros años. Aquellas torturas, según él, fueron parte de su pronta
conversión al pacifismo. En 1924 escuchó el poema sinfónico The Sea de quien sería su futuro maestro
Frank Bridge, una tremenda revelación para él. En 1928, presionado por su padre
y por Sewell, entró a un internado escolar, el cual odiaba por las terribles
condiciones de vida (bullying y pésimos maestros) y sin embargo, allí logró obtener
su ansiada beca para el Royal College of Music. Para 1930, año de su ingreso al
RCM, ya había compuesto un cuarteto de cuerdas y un ciclo de canciones, muy
influenciados por Bridge. En la universidad, estudió bajo la guía de John
Ireland y Arthur Benjamin, ambos compositores reputados; también fue allí que
descubrió la música moderna de Mahler, Stravinsky y Shostakovich, pero
sobretodo fue la música del gran austro-bohemio aquella que se incrustó en su
alma para siempre. También ocurrió durante aquellos años cosmopolitas en
Londres que Britten descubriría su sexualidad, conociendo a otros artistas
homosexuales como Auden y más importante, al estudiante de canto Peter Pears;
mismo que se convertiría en su pareja de toda la vida. En resumen, todas estas experiencias
formativas lo pusieron, tanto musical como ideológicamente, del lado de la
justicia social, de la libertad y de la paz.
La Balada de los Héroes Op. 14
fue compuesta como pieza de ocasió para el Festival de Música para el Pueblo
durante su edición de 1939. Dedicada a todos aquellos que lucharon o perecieron
en las Brigadas Internacionales, fue un tributo honorable a aquellos que habían
contribuido a un desesperado esfuerzo, aunque fallido, por salvar la democracia
en España. Compuesta para una orquesta con gran sección de percusiones
incluyendo xilófono, bombo, tarola, tom, látigo y címbalos, una fanfarria
ex-scena, gran coro, la pieza es una puesta musical de poemas por Auden y el
poeta socialista Randall Swingler. La obra se divide en tres partes, comenzando
con una marcha fúnebre al estilo mahleriano. Las trompetas ex-scena entonan su
canto, seguido por la melodía principal en los chelos, tomada de hecho de la
aventura radiofónica de Britten El Rey
Arturo, así como gran parte del material musical de la obra. El coro entona
entonces un poema de Swingles “aquellos que esperáis en vuestros portones”,
llamando a aquellos que murieron o regresan vencidos a casa, siguiendo la
melodía en los violínes y en las cuerdas alzando continuamente el tono: “A ustedes
hablamos, incontables hombres de Inglaterra/ para recordaros que aún yace
grandeza entre ustedes”, siguiendo este esquema minimalista en tiempo de bolero
hasta llegar a un dramático clímax “ellos fueron hombres que odiaban la muerte
y que amaban la vida/…/hombres que deseaban crear en vez de destruir”,
gradualmente descendiendo a la oscuridad de donde vinieron, como si fuera una
marcha de espíritus en realidad. Las trompetas entonan de nuevo, esta vez
acompañadas de gritos de batalla por todos lados. El segundo movimiento “Danza
de la Muerte” está basado en el Adiós de Auden. Esta comienza con veloces
cuerdas que cargan hacia las primeras líneas del poema “Adiós digo al clamor
civilizado del cuarto de estudio”; era en efecto el fin de las soluciones diplomáticas,
de las obras de belleza, de las negociaciones con ramas de olivo; los asuntos
se resolvían con violencia (gas y bombas) porque “el Diablo rompió su pacto y
se alzó”, creando musicalmente una división entre los coros masculino y
femenino; las cuerdas, alientos, metales, finalmente uniéndose en las palabras
“carga al fuego – un deseo de tormenta”. El bombo deja entrar marchando a las
legiones de la oscuridad: cañones, bombarderos, ametralladoras “al ser la orden
de la trompeta, de la ira, del tambor”. La música caótica comienza de nuevo
“los cielos se alumbran como árbol navideño/…/la humanidad vive pero debe
morir” creando finalmente una veloz y
zigzagueante danza con la muerte. El
final es un recitativo para tenor solo con coro, de nuevo sobre un poema de
Auden. El canto elegiaco del tenor se combina con la música tenebrosa de los
metales y las percusiones ya que “el posible verano se ha ido y las armas se
escuchan por doquier en las colinas”. Los despojos de guerra se evocan: valles
desolados, pestilencia omnipresente; Europa yace en la oscuridad / ciudades,
torrentes y bosques, una imagen premonitoria de aquello que vendría. A pesar de
ello, Britten tiene esperanzas: mezclando la última parte del poema de Auden
con aquél de Swingler, sueña entonces con la construcción de un mundo mejor:
mensajes secretos de paz volarán en palomas invisibles sobre los continentes y
construiremos una ciudad donde sea el amor quien mande, donde el enemigo y el
cobarde serán perdonados; tal y como si fuera la utopía del Cristo. Los
instrumentos pasan entonces a tocar acordes en mayor mientras el coro grita
“perdonadlos… “, “¡honradlos, honradlos!”. La música se disipa al silencio,
clamando por el reposo de las almas. Sin embargo, la música fúnebre del
principio regrese, de nuevo con signos proféticos “luchad por la paz, por la
libertad y por ustedes”, concluyendo la obra con fanfarrias, esta vez
premonitorias de guerra.
La obra de Britten se estrenó
el 5 de abril de 1939; cuatro días antes, la Guerra civil había concluido con
la victoria de los insurrectos Falangistas. A pesar del mal momento, la Balada
es considerada su primer gran logro, curiosamente casi seguido de su segundo
más grande y más maduro, la Sinfonía de Requiem, Op. 20, sólo dos años después.
Los tonos proféticos, musical y políticamente hablando, llevarían a Britten y a
su ya pareja Pears a un viaje por América del Norte, tal y como lo hicieron
numerosos artistas quienes también temían que lo peor estaba aún por venir.
Leonardo Balada: Memoria de una guerra sin vencedores.
Tal y como lo expliqué en el
párrafo anterior, la Guerra Civil terminó con la derrota de la República y la
instauración de un régimen teocrático y militarista bajo el liderazgo de
Franco. La represión que se ejerció en contra de aquellos que apoyaban los
valores liberales de la república fue brutal: miles fueron ejecutados, otros
miles fueron encarcelados en prisiones y campos de concentración y muchos otros
miles se encontraron amordazados. España sufrió de igual manera una gran fuga
de cerebros ya que miles de científicos y artistas se exiliaron; algunos como
el dramaturgo Federico García Lorca o el compositor Antonio José, siquiera
pudieron escapar. Pero todos aquellos que sí, huyeron a Francia, donde tuvieron
que hacer frente a la invasión Nazi un año después. Algunos de ellos fueron más
lejos, a Inglaterra, EUA, la URSS, pero la gran mayoría acabó en naciones
otrora colonias españolas. Un gran número emigró a México donde el gobierno
socialista del presidente Lázaro Cárdenas, el único de su tipo que jamás haya
ocurrido en dicha nación, dio asilo a incontables españoles y a sus fortunas:
bien conocidas son las historias del poeta Luis Cernuda, del cineasta Luis
Buñuel o del compositor Rodolfo Halffter, cuya fama prevalece gracias a sus
importantes legados artísticos. Dichos emigrantes también formaron importantes
colonias en Argentina: el compositor Manuel de Falla pasó sus últimos días en
una estancia pampera mientras que el escritor Rafael Alberti se convertía en
una importante figura en dicha nación. No obstante, no serían los últimos
exiliados, ya que la dictadura de Franco se extendería mucho más tiempo que
aquellas de sus aliados ideológicos y nos deja uno de los escenarios
hipotéticos más interesantes de la historia: Después de 1943, Franco cambió de
bando a políticas anglófilas, más que nada porque temía que la derrota rusa de
Hitler lo hiciera mirar hacia el Atlántico y por lo mismo invadir España,
situación que supondría de igual forma la caída de los Falangistas. También lo
hizo porque presentía que, al terminar la guerra de Hitler, su férreo
anti-socialismo podría ser su as oculto para evitar cualquier invasión de los
Aliados Occidentales. Si hubiera sido un militar terco en vez de un estratega,
quizás entonces la historia habría presencial el plan de su entonces
dictador-rival cubano Fulgencio Batista
para invadir España con una coalición de EUA, otras naciones
latinoamericanas y Gran Bretaña; algo que podría haber vuelto aún más compleja
la historia del continente americano durante la segunda mitad del siglo 20.
Pero, pues, nos quedamos con lo que fue: treinta años de semi-aislamiento
político, clientelismo con Occidente y una enorme represión y atraso social,
factores que sin duda perpetuaron la imagen de España siendo parte de África.
Como resultado, la fuga de cerebros que comenzó con la Guerra Civil no se
detuvo por 35 años. Uno de esos cerebros fugados es el compositor Leonardo
Balada, cuya vida y obra ya había sido explorada anteriormente.
Balada es un compositor de
sumo interés: podría decirse que es un compositor-historiador porque crea obras
sobre temas históricos al mismo tiempo que reflexiona sobre ellos. Como
Britten, sus experiencias personales lo han puesto del lado de aquellos que
están social o económicamente oprimidos, al igual que de los pacifistas. Su
eclecticismo musical lo ha llevado a ser internacionalmente aclamado y ha
puesto su música entre lo más accesible ya que atrae tanto a mentalidades
independientes como al diletante promedio. Hace diez años, Balada compuso una
obra relativa a la Guerra Civi: su Sinfonía No. 6 o Sinfonía de las Penas,
misma que está dedicada a las víctimas inocentes de la Guerra Civil Española.
Instrumentada para una orquesta regular, es una obra compacta en diseño, pero
no así en visión. Comienza con un terrible golpe de percusiones, seguido por
una exploración microtonal de una melodía popular para cuerdas y xilófonos,
misma que constituye una variación del Himno de Riego, himno nacional de la
República Española. Entonces, surge la melodía Falangitsa Cara al Sol en cornos
y demás métales. Dichas tonadas servirán como base para la acción musical. Las
arpas tocan continuamente el Himno Republicano en el fono, deteniéndose en una
sección disonante y oscura con una cascada de metales con golpes en la
percusión. Las trompetas vuelan por doquier y los vientos de guerra devastan el
aire. El Himno de Riego recibe atención
en los metales y los alientos, a lo que le siguen las cuerdas, acompañado por
percusiones marciales a la batallas. Violentos golpes en los instrumentos
simbolizan otra escena de confrontación, misma que termina en un apasionado
solo para chelo. Este motivo secundario de dos semitonos se desarrolla sobre un
paisaje elegiaco, reconvirtiéndose en el Himno de Riego en las cuerdas; éste se
sobreimpone, usando técnicas Ivesianas, con el tema Cara al Sol en los metales.
Esto, en conjunción con los ritmos repetitivos, crea un episodio característico
de Balada donde instrumentos con afinación libre colapsan uno sobre otro. El
solo elegiaco para chelo vuelve, ahora acompañado por otros instrumentos de la
orquesta, en cierta forma recordando a Yoshimatsu. Los contrabajos y el pinao
traen de nuevo la marcha a la que se unen los oboes y las cuerdas angustiosas.
Al disiparse, las trompetas entonan unas fanfarrias que se rompen una tras otra
en ritmos sincopados, siempre enmarcada por percusiones, mientras que la marcha
en las cuerdas progresa y cruza por todas las familias. Ahora, es el himno Cara
al Sol que toma la posición triunfal en los metales; no obstante se ve
cuestionada por creciente angustia en las cuerdas. El himno retoma su marcha,
pero lo detienen las cuerdas al tocar el motivo del chelo como protesta y
cuestionamiento continuo. Sin embargo, el Himno de Riego llega triunfalmente en
los metales, un vistazo al futuro quizás; mismo que es detenido por los
semitonos: un recuerdo para no olvidar el pasado a pesar de las victorias y
aprender continuamente de los errores.
Tal y como lo sugiere la
sinfonía, la libertad triunfaría con el tiempo. Franco, al ser humano, no era
eterno y murió en noviembre de 1975, encarnando el sistema político que deseo
perpetuar: viejo, decrépito y enfermo. La clase política se dividió entre
continuistas liberales e inmovilistas conservadores; sin embargo eran ahora los
liberales quienes tenían la ventaja a su favor. El orden global había cambiado
enormemente desde 1936 y España estaba al borde del cambio nuevamente, pero
esta vez, el mundo se hallaba sumido en una Guerra Fría contra el comunismo y
se debía atraer a España al lado de las democracias occidentales. Por dentro y
por fuera, los continuistas encontraron gran apoyo al cambio y para su suerte,
Franco había elegido como sucesor a Juan Carlos de Borbón, nieto y heredero de
Alfonso XIII, quien tenía ideas liberales. Una vez coronado rey, Juan Carlos I
aclaró el camino a España para convertirse en una nación moderna de Europa. En
1978, una nueva constitución fue aprobada y España se volvió una monarquía
constitucional con un sistema bicameral, similar al existente en Inglaterra o
los Países Bajos. Rafael Alberti, el literato exiliado, regresó a España y
brevemente fue congresista. La senda de la libertad, no obstante, contenía
obstáculos: en 1981, Juan Carlos I tuvo que hacer frente a golpistas
conservadores del ejército, desmantelando su intentona casi de inmediato.
Socialmente hablando, España recibió con los brazos abiertos los bienes
viniendo de naciones liberales, casi hasta el extremo durante las décadas de
1980 y 1990 en la época llamada El Destape. Muchos de los íconos de la cultura
pop española de hoy en día nacieron o se originaron en aquellos días de
liberación, así como valores libertarios como el secularismo, la tolerancia y
la apertura, pero hoy en día enfrentan de nuevo el reto del oscurantismo;
porque como en el resto de Europa, el manto oscuro de la intolerancia se cierne
por asuntos sociales que no han sido resueltos. Sin embargo, si los españoles y
los europeos en general reexaminan su enorme legado antibélico, quizás puedan
mirar a su situación actual y actuar conforme al sentido común antes de llegar
a un punto de inflexión.
Sebastián Rodríguez Mayén.
Historical Scenes I: A(nother)
war never to forget
Some months ago, we briefly spoke of Spanish Civil War as the conflict
that foreshadowed most of WW2 during our year-theme in 2014. Nonetheless, it is
a very important and complex conflict to explain as it was, in words of some
historians, the only lost battle for freedom in Western Europe. Even before their
defeat in the Spanish-American War and their loss of their last colonies, Spain
lagged economically, socially and politically behind the rest of Europe, to the
point there was a sound belief within scientific and academic community that
“Africa began at the Pyrenees”, phrase falsely attributed to Alexandre Dumas
Sr. yet correctly taken from now-deemed racist manual The Races of Europe: A Sociological Manual by American racialist
and economist William Ripley. However, the idea was basically commenced by two
anti-Spain diplomats, Dominique Dufour de Pradt and Domingo António de Sousa
Coutinho, count of Funchal, at the Vienna Congress in 1815. Considering how
power structures evolved after this point of history, with growing Francophile
and Anglophile influences all over Europe and later in America, a quite strong
racist movement began towards the Spanish, considering them mixed race,
not-pure Europeans who had mingled their blood with the “savage, uncivilized”
Arab civilization far back in the Middle Ages. This sentiment created a vicious
circle, as they were seen from outside incapable of progress and from the
inside, intellectuals and liberals found few support to toggle down the
monarchy and the church, institutions that exerted tremendous power over hearts
and minds since the 16th century.
WW1, or “The War of year 1914” as dubbed in Spain, was a strong catalyst
to the challenge of these power structures, as economy, far from being
liberalized, was extremely dependent from British, French and German
industries, which were tremendously affected as the conflict moved on. While
initially booming, the Influenza outbreak damaged terribly the country’s
economy, whence the dubbing of Spanish Flu (although now is known it originally
started in the USA). After this crisis, major strikes were suppressed and the
country panicked when the Rif War (1925-26) erupted in Spanish Morocco; King
Alfonso XIII supported a right-wing, military dictatorship as sole solution.
The war was won and the problems were partly dismantled, but in 1930 a new crisis
emerged as a consequence of the Great Depression. During a popular referendum
in 1931, a new republic was proposed and supported by a majority of Spaniards,
causing the King to flee and exile without abdicating. Nevertheless, such a
culturally diverse country soon fell into a gigantic ideological divide between
the left and the right. Leftists supported a quick liberalization of the
country, suddenly embracing socialism, communism and atheism as ways to swift
social and economic progress; it was at best plain idealism, it was at worse
the cause of its demise. Rightists were completely terrified as their privilege
was to be targeted; the strong, centralized institutions such as the army and
the church were to lose all of their power under such a liberal regime. In the
end, they seemed to have the ultimate advantage: using misinformation and
propaganda, they captured the hearts and minds of countless Spaniard men and
women by dominating their fear to uncertainty; an element that only religious
or military order could apparently tackle. Such a great divide polarized
greatly after the general election of 1936, when a
socialist-communist-anarchist popular front led by President Manuel Azaña, took
office. Aristocrats, church and military leaders feared greatly it would be
their end, especially because the Republic received enormous support from Stalin
and the USSR, and thus prepared open insurrection. On 18th July,
1936, Generals Francisco Franco and José Sanjurjo called the military to revolt
from the Canary Islands, a call responded by several armed factions both in the
Moroccan enclaves and in Spanish Iberia. The Civil War began.
Benjamin Britten: A pacifist
foreign volunteer.
All of a sudden, Spain was torn in a fratricide conflict. The Nationalist
insurrects immediately got support from two powerful foreign allies: the
totalitarian-fascist governments of Italy and Nazi Germany, whose ideas of
control were shared by Franco and the Spanish Oligarchs. The Republic sought to
get support from France, England or America to no avail; they feared military
retribution from the Germans and they were not prepared to endure their power.
Azaña got only little support from their far-away USSR and Mexican allies; the
former having actually a non-aggression pact with the Nazis, the latter too
weak to send a substantial combat expedition to fight the Falangistas.
Nonetheless, liberal professions, intellectuals, artists, writers, even
mercenaries from all over the globe were attracted towards the Republican cause
and immediately formed volunteer military brigades. Names like Ernest
Hemingway, Robert Capa, Norman Bethune or W.H. Auden will always be remembered
as significant contributors to the ill-fated cause. This last one composed a
poem entitled “Farewell” before going into the fray in 1937; this poem was to
be set into a choral work dedicated to the valor of the International Brigades
composed by Benjamin Britten, a composer in his tweens whose work Ballad of Heroes was to become one of
his first major successes.
Britten was born in Lowesoft in Suffolk, son of a dentist, in 1913. He
showed from early age talent for music, much like Mozart and Prokofiev, and his
first compositional attempts came as early as he was five years old, much to
his mother delight. As a child, he became his family’s pride as he played both
piano and viola, and suddenly he became the center of attention of his rather
“eccentric” family during the musical soirées his mother offered. While in
school, he witnessed and endured physical punishments from the headmaster
Thomas Sewell, who would become his spiritual adversary for much of his early
life. Those tortures, he said, were part of his steady conversion to pacifism. In
1924, he heard the tone poem The Sea by his future master Frank Bridge, which
was a tremendous revelation for him. In 1928, pressed by his father and Sewell,
he entered to a boarding school, which he despised for the horrible living
conditions (bullying and bad teachers), yet he was able to get a scholarship to
the Royal College of Music. By 1930, the year of his admission to the RCM, he
had already composed a string quartet and a cycle of songs, mostly prompted by
Bridge. He studied there under the guidance of John Ireland and Arthur
Benjamin, both respected composers, and there he discovered the modern music by
Mahler, Stravinsky and Shostakovich; it was the music of the Austro-Bohemian
composer who would make the deepest impact in his soul. It happened also during
his cosmopolitan years in London that he would discover his sexuality, making
acquaintances with homosexual artists like Auden and most importantly, the
singing student Peter Pears who would become his lifelong couple. In sum, all
these formative experiences put him, both musically and ideologically, in the
camp of social justice, of freedom and of peace.
The Ballad of Heroes, Op. 14 was
composed as a pièce d’occasion for
the Festival of Music for the People in its 1939 edition. Dedicated to those
who had bravely combatted or perished in the International Brigades, it was an
honorable tribute to those who had contributed in a desperate, ill-fated effort
to save democracy in Spain. It was written for an orchestra with a large
percussion section including xylophones, bass drum, side drum, tom drum, whip
and cymbals. In addition, three trumpets must play offstage and there is a choir,
as the piece is composed over several poem settings by Auden and socialist poet
Randall Swingler. The piece is divided in a tripartite scheme: it begins with a
Funeral March, in Mahlerian style of course, with the offstage trumpets playing
and leading to the main melody in cellos, taken from Britten’s radiophonic
adventure King Arthur, as much of the
melodic materials. The chorus begins with a Swingler poem in monotone fashion
“you who stand at your doors”, calling for those who are dead and come back
defeated home, continuing the melody in violins and in strings, continuously
raising in tone: “To you we speak, you numberless Englishmen / to remind you of
the greatness still among you”, following this minimalistic, bolero scheme
until it reaches a dramatic climax on the stanzas “they were men who hated
death and loved life/…/men who wished to create, not to destroy”, gradually
coming back from the dark they came, as an actual march of deceased spirits.
The trumpets play again, each time louder and announcing cries of battle from
all sides. The second movement “Dance of Death” is based on Auden’s Farewell.
It begins on non-stop strings that charge immediately into the poem “It’s
farewell to the drawing room’s civilized cry”; it was effectively the end of
diplomatic solutions, of works of beauty, of the olive branched negotiations,
matters were now of violence (gas and bomb) for “the Devil has broken parole
and arisen”, creating a magnificent division between male and female chorus;
strings, woodwind and brass, coalescing on the words “charge fire – storm
desire”. Bass drum marks the entrance of goose-stepped legions of the dark:
cannons, bombers and machine guns, “for it is the order of trumpet. And anger.
And drum”. The chaotic music begins once more and “the skies are lit up like a
Christmas tree/…/mankind is alive but mankind must die” creating on this final
lines a swirling, final dance with death. The finale is a recitative for tenor
solo with choir, again beginning on a poem by Auden. The elegiac singing of the
tenor is combined with ghastly music coming from brass and percussion as “the
possible summer recedes and the guns can be heard across the hills”. The spoils
of war are evoked: desolate valleys, pestilence all over; Europe lies in the
dark / city and flood and tree, quite a premonitory image for what was to
follow. Still. Britten has hope: by mixing the last part of Auden’s poem with
that of Swingler; he dreams of the construction of a better world: secret
messages of peace will fly on unnoticed pigeons over continents to build a city
where the will of love is done, where the enemy and the coward are pardoned;
much like an utopia of the Christ. Instruments play now major chords as the
choir shouts “Pardon them…” “Honor, honor them all”. Music then subsides into
silence, calling for the rest of souls. Yet the funeral music of the beginning
comes again, yet now with a prophetic sign of the times to come “fight for
peace, for liberty and for you”, concluding the work with the opening fanfares,
now foretelling about war.
Britten’s work was premiered on 5th April, 1939, four days
after the Spanish Civil war ended with a victory of the Falangist insurrects.
In spite of the “bad” timing, the Ballad is seen as his earliest great
achievement, which was going to be followed by his second great one, the Sinfonia da Requiem, Op. 20, just two
years later. The prophetic overtones, musically and politically, would lead
Britten and his now-couple Pears into a voyage to North America, much like
countless British artists who equally feared the worse was just yet to come.
Leonardo Balada: Commemorating
a war without winner.
As explained in the paragraph before, Spanish Civil War ended with the
defeat of the Republic and the instauration of a theocratic, military régime
under the leadership of Franco. Repression exerted upon those who supported the
liberal values of the republic was atrocious: thousands were executed, many
other thousands languished in prisons and concentration camps, and even more
thousands found themselves muzzled. Equally, Spain was practically
brain-drained as hundreds of scientists and artists went into exile; some of
them like playwright Federico García Lorca or composer Antonio José, didn’t
even make it. All of those who did it fled to France, where they had to suffer the
Nazi invasion a year after. Some of them went even farer, to Britain, US, USSR,
but the vast majority of exiles ended in countries that were former colonies of
Spain. A great number of them migrated to Mexico, where the socialist
government of President Lazaro Cardenas, the only of such a kind that has
happened in that nation, hosted countless Spaniards and their fortunes:
well-known became the stories of poet Luis Cernuda, of filmmaker Luis Buñuel and
of composer Rodolfo Halffter; whose fame endures even nowadays in the
awe-inspiring works they left as legacy. Immigrants were equally important in
Argentina as well: composer Manuel de Falla spent his last years in a Pampean
Estancia (homestead) and writer Rafael Alberti became a vibrant cultural figure
of that southern nation. However, they were not to be the last, as Franco’s
dictatorship would last long after the downfall of their ideological allies in
one of the most daunting “what if?” the history has to offer: After 1943,
Franco immediately shifted sides to anglophile politics, mostly because he
feared the failure of Hitler in Russia would make him expand his ambitions into
the Atlantic, and thus invade Spain, idea which in the end, would constitute Franco’s
own demise. He also did because, when Hitler’s war ended, he foresaw the best thing
he could do was to keep his staunch anti-bolshevism as trump card should the
triumphant Western Allies ever planned an invasion. Had he been more stubborn
and less strategic, probably history could have witnessed his then rival Cuban
dictator Fulgencio Batista’s plan to invade Spain with the US and a coalition
of Latin-American nations with Britain; most likely, the history of the
Americas in the second half of the 20th Century would have been far
more complex. Yet, we have left what it was: thirty years of political
semi-isolationism, clientelism with the West and societal backwardness and
repression, which undoubtedly perpetuated the image of Spain as being part of
Africa. As a result, the brain drain that began with the Civil War did not stop
for 35 years. One of those brain-drains is composer Leonardo Balada, whose life
and work has being discussed on an earlier post.
Balada is a very interesting composer: one may say he is a historian-composer
because he creates music about historical subjects, and at the same time he
reflects upon them. Like Britten, his personal experiences have put him aside
him with the socially and economically oppressed, as well as with pacifists.
His musical eclecticism has led him to international acclaim, and places his
music in a rather accessible place whose appeal ranges from the most
independent minds to average concert goers. Ten years ago, Balada composed a
work about this period of history: it was his Symphony No. 6 or “Symphony
of Sorrows”, and it bears a dedication to all the innocent victims of the
Spanish Civil War. It is scored for full orchestra and it is compact in design,
yet not in scope. The work opens with a terrible percussion strike, followed by
the exploration of a folk-like melody in microtonal strings and xylophone,
which constitutes a variation of the Himno de Riego, the National Anthem of the
Spanish Republic. The Falangist tune Cara al Sol (Face to the Sun) opens on a
blast for horns and brass. These two melodies are going to serve as point of
departure for action. Harps play continuously the Republican Anthem, suddenly
stopping at a dark, dissonant section featuring a cascade of brass with
percussion clashes. Trumpets blast all over, as the winds of war in violins
soar in the air. The Himno de Riego is suddenly given a spotlight in brass and
woodwind and later in strings, martially accompanied with percussion into
battle. Violent clashes in all instruments symbolize another confrontation
scene, which ends on a poignant, brooding solo cello. This secondary two half
step motif/melody develops over an elegiac landscape, resuming again as the
Himno de Riego in strings which is now superimposed, using Ivesian techniques,
with the Cara al Sol anthem in brass. This, in junction with repetitive sound
patterns, creates a characteristic Balada episode where freely tuned instruments
collapse one over the other. The elegiac cello solo resumes its pace, now
echoed by other instruments in the orchestra, somehow bringing Yoshimatsu to
memory. Contrabasses and piano bring again the march to which oboes join along,
followed by anguished strings. As it subsides, trumpet fanfares break down one
upon the other in syncopated ryhthms, always framed by percussion, as the
string’s marching progresses and crosses through all the instrumental families.
Now, it is the Cara al Sol anthem which takes the triumphant position in
trumpets and brass, yet its place is suddenly questioned by growing anguish in
strings. This anthem seems to retake its winning pace momentarily, yet it is
again stopped by the strings, which play the cello motive as continuous protest
and questioning. However, the Himno de Riego arrives triumphantly in the brass
section, a glimpse to the eventual future perhaps; one that is stopped by the
questioning half-step cell: a reminder not to forget the past in spite of
victories, and continuously learn from its mistakes.
As suggested by the symphony, freedom was to triumph in time. Franco
himself was not eternal and died in November 1975, incarnating the political
system he sought to perpetuate: old, cracked and terminally ill. The political
class was divided between the progressive (continuistas) and the conservative
(inmovilistas); yet now the progressive found on a higher ground. The globe order
had reprehensibly changed from 1936 to now and Spain was on the brink of change
again, yet the world was now on a Cold War against communism and Spain had to
be attracted into the side of the Western Democracy. Inside and outside, the
progressives found support for change and luckily enough, Franco had chosen as
successor Juan Carlos of Bourbon, grandson and heir of Alfonso XIII, who had
liberal views. Once crowned King, Juan Carlos I enabled the path for Spain to
become a modern nation of Europe. In 1978, a new Constitution was approved and
Spain turned into a Constitutional monarchy with a bicameral system, much alike
those in England or the Netherlands. Rafael Alberti, the exiled writer,
returned to Spain and briefly became congressman. The road to liberty was not
without obstacles: in 1981, Juan Carlos I had to face a conservative coup
coming from the military, which he dismantled almost immediately. Socially
speaking, Spain received with open arms most of the goods coming from the
liberal nations, nearly to the extreme, across the 80’s and the 90’s in an
epoch called “El Destape” (literally “The Uncovering”, spiritually both “The
Discovery” or “The Venting”). Most of the Spanish icons of pop culture nowadays
originated or were born during these days of liberation, as well as liberal
values like secularism, tolerance and openness, but nowadays face again the
challenge of obscurantism; for like in the rest of Europe, a dark wave of
intolerance has risen again from unresolved social matters. Nevertheless, if Spanish
and Europeans in general reexamine the enormous anti-war legacy left by former
generations, they may wisely look at their present situation and act using
common sense before crisis reaches an inflexion point.
Sebastian Rodriguez Mayen.
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