Friday, April 17, 2015

Escenas de la Historia II: La conquista del Imperio Azteca (o Mexica)

(English version follows)


La conquista de los aztecas o mexicas sigue siendo un fuerte tema de discusión en círculos académicos tanto en México como en el extranjero, en especial por las múltiples interpretaciones historiográficas que dicho tema ha despertado a través de los siglos. La barbaridad de los Conquistadores españoles, el exceso de inocencia de los mexicas y la subsecuente masacre y el abuso fanático de la corona española contra los mesoamericanos ha sido exagerado una y otra vez y ciertamente una imagen muy tergiversada tanto de los conquistadores como de los conquistados ha emergido hacia la cultura popular, más que nada por el anti-españolismo frecuente en la historiografía de lengua inglesa y francesa, dominantes a través de los años. No obstante, este evento no puede escapar la evidencia arqueológica y antropológica que contradice muchos de estos mitos. Si bien los españoles estaban guiados por un fuerte celo religioso y avidez por el oro, también los motivaba un profundo de sentido de aventura y descubrimiento como a sus vecinos portugueses; su “villano” líder Hernán Cortés no era únicamente un monstruo sanguinario, ya que en vez de gobernar los territorios con mano de hierro como podría haberlo hecho, se dedicó en vez a realizar más expediciones en Centroamérica y en el Norte de México; los conquistadores mataron en realidad menos gente de lo que se cree, fueron la viruela y otras enfermedades contagiosas que ellos trajeron inconscientemente las que diezmaron a las poblaciones nativas y que curiosamente, nunca usaron como arma de guerra a diferencia de los colonos ingleses y franceses en Norte América. Los mexicas, por otro lado, tampoco eran el ideal del “buen salvaje”: Mientras que su economía y sociedad exhibían en efecto características de un pre-socialismo, había una gran desigualdad de género como en casi cualquier otra sociedad antigua; también ellos poseían una religión fanática que exigía sacrificios diarios tanto humanos como animales para mantener funcionando al universo y por ello, los Mexicas tenían subyugadas incontables poblaciones para exigir tributos humanos que generaban, por lo mismo, gran descontento. La imagen de la Conquista de México es entonces más compleja de lo que se piensa y aquí es donde el compositor Lorenzo Ferrero nos muestra su visión del hecho.

Lorenzo Ferrero nació en Turín, Italia en 1951. Siguió una educación musical moderna europea, siendo instruido por vanguardistas en el Instituto Musical de Turín, al igual que teniendo educación formal de Filosofía en la Universidad de Turín, de la que se graduó con una tesis sobre la estética de John Cage. También realizó investigaciones sobre los efectos psico-acústicos de la música electrónica en el IRCAM de París. No obstante, tras sus estudios, le dio un vuelco a su carrera yendo del vanguardismo al neo-romanticismo. Desde entonces, ha mantenido un profundo interés en la ópera, tradición en los compositores italianos, no solo componiendo sino difundiendo obras en los festivales italianos, sin embargo, también ha compuesto piezas instrumentales y orquestales. También se ha destacado por ser un socialité, habiendo fundado la Alianza de Compositores y Cancioneros Europeos y siendo directivo del Consejo Internacional de Autores de Música o CIAM, en paralelo a su carrera de enseñanza y de dirección de festivales. Su ciclo sinfónico La Nueva España fue compuesto durante la década de los 90 y si bien refleja objetivamente los aspectos de dicho episodio histórico, es música que denuncia la evidente tragedia representada por la pérdida de vidas y la destrucción cultural; en sus palabras “cada vez que hay dificultades causadas por la incomprensión mutua, al parecer lo mejor que hay que hacer es destruir [al oponente]. Aún ocurre en nuestros días y sin duda ocurrió, con gran ferocidad, entre 1519 y 1521.” Quizás, al hablar de nuestros días, Ferrero se refería a los Genocidios de Bosnia y Ruanda, mismos que sacudieron al mundo en esa década y que probaron que los “fantasmas” del nacionalismo exacerbado y del racismo aún vagan por este reino terrenal.

Ferrero pensó en seis poemas sinfónicos que retratan momentos muy específicos durante este episodio de la historia. Esta escrito para una gran orquesta con una sección de percusiones aumentadas. El primer poema se llama Presagios: Los mexicas, así como los griegos y los romanos, temían a la ira o al abandono por parte de sus dioses, mismo que podría traer la caída de su civilización. Según la tradición, hubo ocho presagios que anunciaron este final. Tras una introducción muy percusiva, un motivo musical masivo barre toda la orquesta recordando aquellos presagios más apabullantes: la aparición de un cometa en los cielos nocturnos en el año 1516 y que cimbró miedo en los líderes y sacerdotes mexicas y por otro lado, un terremoto que provocó una ola tsunami que inundó Tenochtitlán, la capital imperial, misma que se situaba sobre un lago. De repente, las cuerdas sugieren un movimiento como el de las llamas, escenificando el incendio que ocurrió en el templo del dios guerrero Huitzilopochtli. Los ataques insistentes en los alientos evocan el llanto de una mujer misteriosa que clamaba “Hijitos míos, debemos irnos lejos. Hijitos ¿A dónde los llevaré?” Más importante aún es la aparición del tema de Cortés, quien aparentemente fue vislumbrado por Moctezuma en una visión mística dada por una criatura parecida a una grulla que tenía un espejo en la cabeza.  La música desaparece como empezó, misteriosa y aterradora, mientras el cometa se disipa en la oscuridad. El segundo poema se titula Memoria del Fuego, tomado a partir de una colección de historia novelizada de las Américas, creada por el recientemente fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano. En dicha colección, Galeano recuerda momentos importantes de la historia del continente desde la Antigüedad hasta fines del siglo 20, yendo de Alaska hasta Tierra del Fuego, pero enfocándose en las naciones de América Latina, según él, tan olvidadas por Occidente. Uno de esos momentos es sin duda la llegada de Hernán Cortés y los españoles al Golfo de México, simbolizados por un motivo de una segunda mayor más una cuarta justa/tercera menor en las cuerdas. En este poema particular, el título es tomado de manera casi literal, ya que es el fuego el que utilizará Cortés para hundir su flota, así que retorna el tema del Fuego mientras los galeones son incendiados y se hunden en el fondo de la rada de lo que es hoy Veracruz. El tema de los españoles se mezcla con el tema del fuego mientras los atónitos soldados españoles, que eran apenas 500, miran la escena. El final de este segundo poema se encadena directamente con el tercero, llamado La Ruta de Cortés, siendo éste el más objetivo del ciclo. Las cuerdas y los alientos crean una marcha perpetuum mobile, misma que será el motor del viaje de Cortés hacia tierra firme, ya que varios líderes indígenas le han contado de una gigantesca ciudad, ésta siendo Tenochtitlan, llena de riquezas. Los sueños de una “ciudad dorada” sin duda motivaron a la tropa, que marcha tierra adentro enfrentando un sinnúmero de obstáculos fueran estos geológicos o bien tribus agresivas o desconfiadas, retratados con redobles en los timbales y tambores y en los metales también. Sin embargo, también hallaron tierras fértiles y aliados inesperados como el Señorío de Tlaxcala, simbolizados con el retorno de la marcha de Cortés. Al final, encontramos el ascenso de la tropa a los grandes volcanes que cuidan la entrada a Tenochtitlán y su impresionante vista de la destellante ciudad en medio del lago, que de acuerdo con el cronista de Cortés, Bernal Díaz del Castillo, era “algo que nunca habían visto o soñado”.

El cuarto poema se titula El Encuentro, retratando el momento cuando Cortés y el Emperador o Tlatoani Moctezuma se encontraron frente a frente sobre la Calzada de Iztapalapa. La música anuncia fanfarrias reales, evocando la música de las cortes del siglo 16; a final de cuentas Cortés se volvería noble y Moctezuma era de la realeza mexica, asi que la música es muy apropiada. Una línea en las violas y los alientos dirige la música, construida parcialmente por melodías del movimiento anterior, mientras los españoles caminaban apabullados a través de los resplandecientes templos y palacios de Tenochtitlan, mismos que estaban cubiertos de una aleación similar al oricalco griego, ya que en efecto, el único uso que los mexicas encontraban para los metales era puramente ornamental. De pronto, el tono cambia, ya que los propios mexicas estaban impresionados con lo que veían porque al parecer, las profecías se habían vuelto realidad: si bien era el retorno del Hombre-Dios Quetzalcóatl para algunos, incluido el emperador y su séquito, ya que los hombres eran de un color distinto, con barbas largas y venían en bestias sin cornamenta como algunas adivinaciones lo habían predicho; sin embargo, otros estaban conscientes de que ellos no eran dioses, ya que lo único que apreciaban era el oro de los adornos y de los ídolos y despojaban al imperio extrayéndolos. Un tema del primer poema viene para indicar tal predicamento. El quinto poema es La Matanza del Templo Mayor. Cortes ha dejado la capital ya que el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, ha enviado una flota para cazarlo por desobedecer su orden de regresar a la isla tras completar la expedición. Él dejó a su asustadizo capitán Pedro de Alvarado con una guarnición en Tenochtitlán. El ambiente de inestabilidad es retratado en las cuerdas y los alientos angustiados e inciertos. Ésos días, los mexicas realizarían la Fiesta de Tóxcatl en honor a Tezcatlipoca por la noche. La guarnición de Cortés se estaba volviendo loca con las “iniquidades” y los sacrificios humanos que cometían, así que decidieron atacar como forma de castigo. La violencia aparece en los toms y en los metales y los alientos. El festival tiene lugar al escucharse danzas por toda la orquesta, pero el tema de los soldados españoles presiona el baile, al tomar por sorpresa a los danzantes y sacerdotes, quienes son rodeados y brutalmente masacrados. La música adquiere un ritmo descontrolado mientras los españoles masacran a los ciudadanos que yacen cerca del templo. No obstante, los enfurecidos tenochcas se levantan en armas y encierran a las tropas españolas dentro del palacio en el que residían. Es durante esta batalla que Moctezuma muere: los relatos de su deceso son diversos, ya que ambos bandos culpan al opuesto de su asesinato y desafortunadamente, su cuerpo fue quemado según la costumbre como para hacer hoy en día un análisis arqueológico y confirmar si fue apedreado por una turba iracunda, o muerto a traición por espada de acero.  El sexto poema se titula La Noche Triste. Cortés ha regresado pero él y sus hombres se han vuelto prisioneros del palacio: sus provisiones y ellos disminuyen día con día. Los Mexicas han elegido un nuevo tlatoani, Cuitláhuac, quien había jurado no dejar ir a los españoles. La música comienza con un ostinato del xilófono que evoluciona a una melodía modal; los mexicas se han alzado contra sus captores en un motivo creciente. Sin embargo, Cortés no aceptaría la derrota y comenzó a planear un astuto escape de la capital imperial. Las percusiones fluyen con golpes y las cuerdas resuenan sobre la orquesta y un suave tema secundario suena en pizzicatos: los españoles usarán la noche como momento para huir la ciudad isla, pero los atrapan y se alza el grito de guerra. Los guerreros de Cuitláhuac están listos y golpean tambores por todos los templos. La sutil fuga de Cortés se ha convertido en un frenético escape por sobrevivir mientras los vengativos mexicas terminan con los españoles. En desesperación, muchos de ellos se avientan a las aguas del lago, pero se hundieron cargando el botín dorado que han robado de los palacios. Cortés y sólo pocos de sus hombres alcanzaron la orilla occidental del lago y se sintieron llenos de pena por sus pérdidas y de acuerdo a la tradición, Cortés lloró bajo un árbol, situación indicada por las flautas, las cuerdas y un solo para viola.

Aqui terminan los poemas, con el lamento de Cortés  y el noble, aunque breve, triunfo de los mexicas. El compositor sin embargo, termina su descripción programática “los Mexicas fueron finalmente derrotados”. No hay música que describa dicha escena en el poema; ni siquiera hay un poema que siga que se intitule La Conquista de México y siento que esta actitud es algo llana. Si el compositor desea realmente denunciar, pienso que debería existir dicha obra para exponer el sufrimiento final del pueblo mexica. Si llegara a componerse dicho poema, sería el más largo de toda las serie ya que necesitaría retratar la muerte de Cuitláhuac por enfermedad al igual que la de media Tenochtitlán; el ascenso de Cuauhtémoc como último tlatoani mexica y su heroica defensa de la ciudad contra el asalto final de Cortés y su subyugación al dominio español.  La obra de Ferrero no es ni la primera, ni será la última, que se base en el tema de la conquista de México. Tan sólo en el barroco, el compositor Antonio Vivaldi compuso una ópera sobre Moctezuma y paralela a la obra de Ferrero, el compositor alemán Wolfgang Rihm creó una ópera sobre el mismo tema. Aun así, los compositores mexicanos nunca han hecho una obra importante sobre el tema; ni siquiera con su academicismo moderno, intelectual y autocrítico han hecho una pieza significativa que desafíe el más difícil de los temas de nuestra historia nacional.

Sebastián Rodríguez Mayén

*La religion Mexica es tan compleja como fanática; es un sistema de creencias panteístico-politeísta que posee un Dios Creador Dual y muchos otros dioses menores, pero importantes. Entre ellos, encontramos a la pareja opuesta Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Estos dioses, al igual que las deidades griegas, poseían pasiones y atributos humanos al igual que la idea del hombre transformado en Dios; Tezcatlipoca era el dios de la oscuridad y el dios de los enemigos, pero también el dios de la fertilidad masculina y de las riquezas; también era el dios de la fortuna pero sobretodo, Tezcatlipoca representa la contradicción, una cualidad propia del ser humano. Quetzalcóatl era, por otro lado, un humano legendario tan noble que al final de su larga vida, se convirtió en Dios de los vientos, de la vida, la iluminación del conocimiento y la sabiduría; en cierta forma es el dios de la excelencia, una aspiración para todo mortal.

Historical Scenes II: The conquest of the Aztec Empire


The Conquest of the Aztecs or Mexicas (MEH-SHEE-CAS) is still a strong matter of discussion within academic circles both in Mexico and abroad, especially because of the multiple historic and historiographical interpretations this topic has issued over the centuries. The barbarity of the Spanish Conquistadors, the excess of naivety of the Aztecs and the subsequent massacre and fanatically abusive bondage of the Mesoamericans by the Spanish Crown have been exaggerated over and over, and certainly a very tergiversated image of both conqueror and conquered has emerged in popular culture, mostly because of the predominant anti-Spanish image English and French language historiography, which have been dominant currents in that field. However, this event cannot escape the archeological and anthropological evidence that contradicts most of these myths. Effectively Spaniards were driven by a zealous religion and golden greed, yet they were also motivated by a deep sense of adventure and discovery like their Portuguese neighbors; their “villainous” leader Hernan Cortes was far from being only a sanguinary monster as he is portrayed, since instead of governing the conquered territories with an iron fist as he could have done, he rather personally continued his expeditions to Central America and to Northern Mexico; the Spanish conquistadors actually killed less Mesoamericans than small pox and other contagious diseases they brought unconsciously and unbeknownst to them to the New World, even more curiously, they never used these diseases as an advantageous war tactic, and even more shocking, contrary to what English and French colonists did in North America. The Aztecs, on the other hand, were not the “noble savage” either: while their economy and society exhibits traits of proto-socialism, there was, almost as in any other ancient society, an enormous gender inequality; also they possessed an overzealous religion* that commanded daily human and animal sacrifices to keep the universe at work; they virtually enslaved and subjugated every population they deemed suitable for tributes and generated subsequently enormous discontent. The bigger picture becomes then much more complex than it was before, and this is where composer Lorenzo Ferrero’s vision of the Conquest comes in.

Lorenzo Ferrero was born in Torino, Italy in 1951. He followed a modern European musical education, taught by avant-gardists in Turin Musical institute as well as Philosophy at the Univerisity of Turin, where he graduated with a thesis about John Cage’s aesthetics. He did as well research on the psychoacoustic effects of electronic music at IRCAM in Paris. However, after his studies, he gave a shift to his career, passing from avant-garde to neoromantic style. He has since kept a keen interest on opera, a tradition to Italian composers, not only composing but diffusing opera festivals in Italy, yet he also has composed instrumental and orchestral pieces. He is also a socialite composer, having founded the European Composer and Songwriter Alliance and being chairman of the International Council of Music Authors or CIAM, parallel to his appointments as teacher and head of festivals. His cycle of Symphonic Poems La Nueva España was composed across the decade of 1990, and while reflecting almost objectively most actions of these historical episode, it is denounce music against the obvious tragedy represented by the loss of life and cultural destruction; in his words “whenever there are difficulties caused by mutual incomprehension, the preferred way out is one of destruction. It is happening still today and this took place with unbelievable ferocity then, between 1519 and 1521.” Probably, when talking about today, Ferrero was talking about then ongoing Bosnian and Rwandan Genocides that shook the world during that same decade, and that proved humanity the “phantoms” of exacerbated nationalism and racism still wander on this earthly realm.

Ferrero devised six symphonic poems that portray very specific moments during this historical episode. It is scored for a large orchestra with an augmented percussion section. The first poem is called Presagios (Omens). The Aztecs, much like Greeks and Romans, were afraid of the wrath or the abandonment of their Gods, which could effectively bring their downfall as a civilization. According to tradition, there were eight bad omens that foretold their demise. Music portrays most of these terrible events in a fashionable way. After a percussive introduction for un-tuned instruments, a massive, threatening motive sweeps all over the orchestra, remembering the most appalling of these omens: the apparition of a comet in the night skies in year 1516 that certainly draw fear on the Aztec leaders and priests, and an earthquake that drew a tidal wave upon Tenochtitlan (TEH-NOTCH-TEE-TLAN), the imperial capital, built over a lake. Suddenly strings suggest the movement like flames, picturing the fire that broke out in the temple of war god Huitzilopochtli. Insistent woodwind attacks evoke a mysterious lady who wailed “my dear sons, we must flee. My dear sons, where will I take you?” Most importantly is the apparition in strings of the leitmotiv of the Cortes, which apparently showed up in a vision to emperor Montezuma upon the mirrored head of a hunted crane. The music fades away in the way it started, mysteriously and frightening, as the great comet draws into darkness. The second poem is called Memoria del Fuego (Memory of Fire) which is drawn upon the title of a collection of novelized history of the Americas by recently deceased Uruguayan writer Eduardo Galeano. In this collection, Galeano enshrines important moments of the history of this continent from Antiquity to late 20th Century, going from Alaska to Tierra del Fuego in Argentina, yet focusing on the “forgotten-to-the-West” Latin American nations. One of these is evidently the arrival of Hernan Cortes and the Spaniards to the Gulf of Mexico, symbolized by a motif of a second major plus a perfect fourth/minor third in strings. In this particular poem, the title is literally taken, since it is the fire Cortes used to burn his fleet, and so the theme of fire returns as the galleons are set to flames and sink in the bottom of what is today Veracruz’s harbor. The theme of the Spanish soldiers is mixed with the fire theme as the shocked soldiers, which were incidentally just a mere 500 instead of a gigantic horde as believed, watch the ships on fire. The ending of the second poem musically chains up directly with the Third, named La Ruta de Cortes (Cortes’ Road) which is the more “objective” of the whole cycle. Strings and woodwind create a perpetuum mobile march, which is the motor of Cortes’ voyage into mainland, since he has been told by indigenous leaders of a gigantic city, Tenochtitlan of course, filled with richness. These dreams of a “golden city” indeed motivated the troops which marched inland facing obstacles such as geological formations or aggressive/non confident tribes, portrayed musically with a drum and brass roll. However, they also found the land blooming with fruits and unlikely friends like the Tlaxcallan Confederacy (TLASH-CAH-LAN), symbolized with the return of Cortes’ march. At the very end we find the troop’s ascent to the great volcanoes that guard the entrance to Tenochtitlan and the impressive view of the glittering city in the middle of the lake, which according to Cortes chronicler Bernal Diaz del Castillo it was “something they have never dreamed or heard of”.

The Fourth poem is El Encuentro (The Encounter), portraying the moment when Cortes and Emperor Moctezuma found each other over the Iztapalapa Causeway. The music announces brass fanfares, much evoking court music of the 16th Century. In the end Cortes was a noble-to-become and Montezuma belonged to Aztec nobility, so the music is quite appropriate. A line in violas and woodwind conducts the music, drawn partially from the last movement’s procession, as the Spanish march flabbergasted around the sparkling temples and palaces of Tenochtitlan, apparently covered with a material similar to Greek orichalcum; indeed, the only use Aztecs found for metal was purely ornamental. Suddenly the mood changes, also the Aztecs were impressed with what they saw. It seemed the prophecies had become true to some: it was the return of Man-God Quetzalcoatl (KET-SAHL-CAU-AHTL) to some, as the men were differently colored, long bearded and came riding hornless beasts as some divinations foretold; some other were aware those were not Gods at all as the only thing they did was looting all the golden and metallic idols, destroying the Empire. A theme heard in the first poem comes into prominence in brass and strings indicating such a predicament. The Fifth poem is La Matanza del Templo Mayor (The Massacre at Templo Mayor). Cortes has left the capital since the Cuban governor, Diego Velázquez, has sent a fleet to hunt him down for he had disobeyed the orders of returning to the island after completing the expedition. He has left his rather easily-scared captain Pedro de Alvarado with a garrison in Tenochtitlan. This uneasy ambience is portrayed in anguished, yet foggy strings and woodwind. The Aztecs were to hold the Toxcatl (TOSH-CAHTL) festival in honor of Tezcatlipoca (TEHS-CAH-TLEE-PAU-CAH) at night. Cortes’ garrison is growing nervous at the “iniquities” and human sacrifices the Aztecs hold, and so decided to attack in order to punish them. Violence appears in toms beating across the place and bewildered brass and string attacks. The festival takes place as dances are heard across the orchestra yet the theme of the Spanish soldiers presses hard on into the dancing, as the ceremonial dancers and priests are taken by surprise, surrounded and brutally massacred. Music becomes wilder as the Spaniards butcher the citizens around of the temple. Tenochtitlan’s population, angered, rose in arms and eventually locked the Spanish troops inside the palace they used as residence. During this battle, Montezuma died: the accounts of his death diverge, since both sides blame the opposing one for his murder, and unfortunately his body was burned as it was the custom to do any modern archaeologic analysis in order to confirm if he died stoned by an angry mob or stabbed by steeled swords. The Sixth poem is La Noche Triste (The Night of Sorrow). Cortes has returned but he and his men have become prisoners in their palace: their supplies are dwindling and their numbers too. The Aztecs have chosen a new Emperor, Cuitlahuac (COOI-TLAH-OOAC), who has vowed not to let Spanish escape. The music begins with a xylophone ostinato that immediately leads to a modal melody; the Aztec people have risen against their captors in a growing motive. However, Cortes won’t accept defeat and starts planning a cunning exit from the Imperial capital. Flowing percussion strikes and strings sound all over the orchestra and a secondary soft theme sounds in pizzicatos: the Spaniards would use nighttime as a perfect moment to flee the island city. However, they are duly spotted and the war cries are raised. Cuitlahuac’s warriors are ready and beat drums from the top of the temples. Cortes and his men subtle escape has now become a frantic struggle to survive against the vengeful Aztec warriors decimate the Spaniards. In despair, most of them throw to the waters of the lake but sank as they carried the precious golden loot taken from palaces. Cortes and few of his men did it to the western shore of the lake and felt sorrowful for the losses, and according to tradition, Cortés wept under a tree, indicated by wailing flutes and strings and a viola solo.

The poems end here, with Cortes’ sorrow and the Aztecs’ noble, yet brief triumph. The composer however, writes in the end of his program description “The Aztecs were finally defeated”. There is no music that depicts this scene in the poem; there is not even a following symphonic poem entitled The Conquest of Mexico, and I find such attitude wanting. If the composer’s intention is the real denounce of the facts, I think there should be such a work that portrays the final suffering of the Aztec people. Shall a last poem ever be composed, it would certainly be the longest of the series needing to portray Cuitlahuac’s death by disease along with that of half city; Cuahutemoc’s rise as the last Aztec emperor and his heroic defense of the city against Cortes’ final assault and evidently, the subsequent Aztec subjugation to Spanish rule. Ferrero’s work is not the first, and certainly won’t be the last, based upon the Mexican conquest. Already, Italian composer Antonio Vivaldi had composed a baroque opera about Montezuma, and parallel to Ferrero’s work, contemporary German composer Wolfgang Rihm created an opera on the same subject. Still, Mexican composers have never done a major work upon the subject; not even with their modern and self-critical intellectual academicism have yet produced a significant piece that tackles the most difficult of all the topics of our national history.

Sebastian Rodriguez Mayen


*The Aztec religion is complex as well as zealous; it is both a pantheistic and polytheist system of beliefs with an all embracing dual God Creator and several other minor, yet important gods. Among them, we find the opposite couple Tezcatlipoca and Quetzalcoatl. These two gods embrace, much like the Greek deities, human passions and attributes and the concept of Men transformed into God; as Tezcatlipoca is the god of the dark and the god of the enemies, but also the god of male fertility and of richness; he is also the God of Fortune, but overall, Tezcatlipoca is the God of Contradiction, an unique human asset. Quetzalcoatl was, on the other hand, a legendary human so noble that at the end of his long life, he became the supreme God of the winds, the god of life, of light and of knowledge and wisdom; in some way, he is the God of Excellence, an aspiration for all mortals.