Friday, February 20, 2015

Escenas de la Historia I: Otra guerra para no olvidar.

(English version below)

Hace algunos meses, hablamos brevemente de la Guerra Civil Española como conflicto premonitorio de la 2GM durante el tema anual de 2014. No obstante, es un conflicto complejo e importante de explicar ya que en palabras de algunos historiadores, fue la única batalla perdida por la libertad en Europa Occidental. Incluso antes de la derrota sufrida durante la Guerra de 1898 y la pérdida de sus colonias, España yacía tremendamente detrás del resto de Europa en ámbitos políticos, sociales y económicos, al punto de que existía una sórdida creencia tanto científica como académica que “Africa comenzaba en los Pirineos”, frase falsamente atribuida a Alejandro Dumas Sr, pero que sin embargo aparece correctamente en el ya vetusto manual Las Razas de Europa: un Manual Sociológico del economista y teórico racial William Ripley. No obstante, la idea se originó en dos diplomáticos anti-España, Dominique Dufour de Pradt y Domingo Antonio de Sousa Coutiño, conde de Funchal, durante el Congreso de Viena en 1815. Considerando como se dio la evolución de las estructuras de poder tras dicho punto en la historia, con crecientes polos francófilos y anglófilos en Europa y América, un fuerte movimiento racial se operó en contra de los españoles, considerándolos una raza mestiza, no como europeos puros, al haber mezclado su sangre con la “salvaje e incivilizada” civilización árabe durante la Edad Media. Dicho sentimiento no hizo más que crear un círculo viciosa, ya que por fuera eran considerados como incapaces de progresar y por dentro, los intelectuales y los liberales se encontraban con poco apoyo para derrumbar a la monarquía y a la iglesia, instituciones que ejercían tremendo poder sobre el pueblo tal y como lo hacían desde el siglo XVI.

Sólo fue con la 1GM, o la Guerra del ’14, que hubo manera de catalizar y retar a estas estructuras, ya que la economía, lejos de liberalizarse, era extremadamente dependiente de las industrias británicas, francesas y alemanas, mismas que sufrían al progresar y estancarse el conflicto. Mientras que en principio ésta se alzó, la epidemia de influenza daño terriblemente la economía de la nación, de allí el nombre de Gripe Española (aunque ahora se sabe que comenzó en EUA). Tras la crisis, las principales huelgas fueron suprimidas y el país entró en pánico cuando la Guerra del Rif (1925-26) amenazó el Marruecos español; el rey Alfonso XIII entonces apoyó una dictadura militar como única solución al dilema. La guerra se ganó y los problemas más o menos desaparecieron, pero en 1930 una nueva crisis estalló como consecuencia de la Gran Depresión. Durante un referendo popular en 1931, se propuso una nueva república, la cual fue apoyada por una gran mayoría de españoles, causando que el rey huyera y se exiliara sin siquiera abdicar. No obstante, un país tan culturalmente diverso cayó sin duda en una gigantesca división ideológica entre la izquierda y la derecha. Los izquierdistas deseaban una liberalización veloz del país, de inmediato abrazando el socialismo, el comunismo y el ateísmo como caminos hacia un rápido progreso socioeconómico; lo mejor que se puede pensar es que era idealismo puro aunque en realidad, esto supuso su pronta derrota. La derecha política quedaba aterrada con dichos planes, ya que sus privilegios serían blancos de un sistema liberal donde toda institución centralista, como la iglesia o el ejército, perdería poder. Al final, supieron aprovechar las ventajas que el miedo a la incertidumbre, paradigma que según ellos solo podría resolverse con un orden fuerte religioso y militar, les daría para atemorizar a la población durante aquellos años. Esta gran división se polarizó tras la elección general de 1936, cuando un frente popular anarco-comunista-socialista bajo la dirección del presidente Manuel Azaña tomó el poder. Los aristócratas, eclesiásticos y militares temían que fuera su fin, sobre todo porque la República recibió gran apoyo de Stalin y la URSS, entonces prepararon una insurrección abierta. El 18 de julio de 1936, los generales Francisco Franco y José Sanjurjo llamaron a una revuelta militar desde las Islas Canarias, un llamado respondido por varias facciones en los enclaves marroquíes y en el territorio continental español. La Guerra Civil había comenzado.

Benjamin Britten: Pacifista y voluntario de guerra.


Rápidamente, España se sumió en una guerra fratricida. Los nacionalistas insurrectos tuvieron apoyo casi inmediato de dos poderosos aliados extranjeros: los gobiernos fascistas y totalitarios de Italia y de la Alemania Nazi, cuyas ideas sobre control eran compartidas por Franco y los oligarcas españoles. La República pidió apoyo a Francia, Inglaterra y los EUA pero sin éxito; éstos temían una retribución militar por parte de los alemanes y no estaban listos para contener su poder. Azaña solo encontró apoyo en lejanos aliados: la URSS, país que tenía pacto de no agresión con los Nazis, y México, muy lejos de cualquier amenaza real pero débil militarmente para enviar una fuerza expedicionaria lo suficientemente grande para vencer a los Falangistas insurrectos. No obstantes, gente con profesiones liberales, intelectuales, artistas, escritores e incluso mercenarios de todo el mundo fueron atraídos por la causa republicana y de inmediato formaron brigadas militares voluntarias. Nombres como Ernest Hemingway, Robert Capa, David Alfaro Siqueiros o W.H. Auden siempre serán recordados como voluntarios sin precedente para una causa perdida. Éste último de hecho, compuso un poema entitulado “adiós” antes de ir a combate en 1937, dicho poema sería usado en una obra coral dedicado al valor de las Brigadas Internacionales, misma que fue compuesta por Benjamin Britten, un compositor de en sus veinte y cuya Balada de los Héroes sería uno de sus primeros éxitos.

Britten nació en Lowesoft, Suffolk, siendo hijo de un dentista, en 1913. Desde temprana edad mostro talento musical, tal como Mozart y Prokofiev, y sus primeros intentos compositivos ocurrieron cuando él tenía 5 años, curiosamente para el pleno agrado de su madre. Cuando niño, se volvió el orgullo familiar al tocar tanto el piano como la viola y pronto se volvió el centro de atención de su “excéntrica” familia durante las tertulias musicales de su madre. Cuando fue a la escuela, tuvo que presenciar y soportar crueles castigos corporales por parte del director Thomas Sewell, hombre que se convertiría en su adversario espiritual durante sus primeros años. Aquellas torturas, según él, fueron parte de su pronta conversión al pacifismo. En 1924 escuchó el poema sinfónico The Sea de quien sería su futuro maestro Frank Bridge, una tremenda revelación para él. En 1928, presionado por su padre y por Sewell, entró a un internado escolar, el cual odiaba por las terribles condiciones de vida (bullying y pésimos maestros) y sin embargo, allí logró obtener su ansiada beca para el Royal College of Music. Para 1930, año de su ingreso al RCM, ya había compuesto un cuarteto de cuerdas y un ciclo de canciones, muy influenciados por Bridge. En la universidad, estudió bajo la guía de John Ireland y Arthur Benjamin, ambos compositores reputados; también fue allí que descubrió la música moderna de Mahler, Stravinsky y Shostakovich, pero sobretodo fue la música del gran austro-bohemio aquella que se incrustó en su alma para siempre. También ocurrió durante aquellos años cosmopolitas en Londres que Britten descubriría su sexualidad, conociendo a otros artistas homosexuales como Auden y más importante, al estudiante de canto Peter Pears; mismo que se convertiría en su pareja de toda la vida. En resumen, todas estas experiencias formativas lo pusieron, tanto musical como ideológicamente, del lado de la justicia social, de la libertad y de la paz.
La Balada de los Héroes Op. 14 fue compuesta como pieza de ocasió para el Festival de Música para el Pueblo durante su edición de 1939. Dedicada a todos aquellos que lucharon o perecieron en las Brigadas Internacionales, fue un tributo honorable a aquellos que habían contribuido a un desesperado esfuerzo, aunque fallido, por salvar la democracia en España. Compuesta para una orquesta con gran sección de percusiones incluyendo xilófono, bombo, tarola, tom, látigo y címbalos, una fanfarria ex-scena, gran coro, la pieza es una puesta musical de poemas por Auden y el poeta socialista Randall Swingler. La obra se divide en tres partes, comenzando con una marcha fúnebre al estilo mahleriano. Las trompetas ex-scena entonan su canto, seguido por la melodía principal en los chelos, tomada de hecho de la aventura radiofónica de Britten El Rey Arturo, así como gran parte del material musical de la obra. El coro entona entonces un poema de Swingles “aquellos que esperáis en vuestros portones”, llamando a aquellos que murieron o regresan vencidos a casa, siguiendo la melodía en los violínes y en las cuerdas alzando continuamente el tono: “A ustedes hablamos, incontables hombres de Inglaterra/ para recordaros que aún yace grandeza entre ustedes”, siguiendo este esquema minimalista en tiempo de bolero hasta llegar a un dramático clímax “ellos fueron hombres que odiaban la muerte y que amaban la vida/…/hombres que deseaban crear en vez de destruir”, gradualmente descendiendo a la oscuridad de donde vinieron, como si fuera una marcha de espíritus en realidad. Las trompetas entonan de nuevo, esta vez acompañadas de gritos de batalla por todos lados. El segundo movimiento “Danza de la Muerte” está basado en el Adiós de Auden. Esta comienza con veloces cuerdas que cargan hacia las primeras líneas del poema “Adiós digo al clamor civilizado del cuarto de estudio”; era en efecto el fin de las soluciones diplomáticas, de las obras de belleza, de las negociaciones con ramas de olivo; los asuntos se resolvían con violencia (gas y bombas) porque “el Diablo rompió su pacto y se alzó”, creando musicalmente una división entre los coros masculino y femenino; las cuerdas, alientos, metales, finalmente uniéndose en las palabras “carga al fuego – un deseo de tormenta”. El bombo deja entrar marchando a las legiones de la oscuridad: cañones, bombarderos, ametralladoras “al ser la orden de la trompeta, de la ira, del tambor”. La música caótica comienza de nuevo “los cielos se alumbran como árbol navideño/…/la humanidad vive pero debe morir”  creando finalmente una veloz y zigzagueante danza con la muerte.  El final es un recitativo para tenor solo con coro, de nuevo sobre un poema de Auden. El canto elegiaco del tenor se combina con la música tenebrosa de los metales y las percusiones ya que “el posible verano se ha ido y las armas se escuchan por doquier en las colinas”. Los despojos de guerra se evocan: valles desolados, pestilencia omnipresente; Europa yace en la oscuridad / ciudades, torrentes y bosques, una imagen premonitoria de aquello que vendría. A pesar de ello, Britten tiene esperanzas: mezclando la última parte del poema de Auden con aquél de Swingler, sueña entonces con la construcción de un mundo mejor: mensajes secretos de paz volarán en palomas invisibles sobre los continentes y construiremos una ciudad donde sea el amor quien mande, donde el enemigo y el cobarde serán perdonados; tal y como si fuera la utopía del Cristo. Los instrumentos pasan entonces a tocar acordes en mayor mientras el coro grita “perdonadlos… “, “¡honradlos, honradlos!”. La música se disipa al silencio, clamando por el reposo de las almas. Sin embargo, la música fúnebre del principio regrese, de nuevo con signos proféticos “luchad por la paz, por la libertad y por ustedes”, concluyendo la obra con fanfarrias, esta vez premonitorias de guerra.
La obra de Britten se estrenó el 5 de abril de 1939; cuatro días antes, la Guerra civil había concluido con la victoria de los insurrectos Falangistas. A pesar del mal momento, la Balada es considerada su primer gran logro, curiosamente casi seguido de su segundo más grande y más maduro, la Sinfonía de Requiem, Op. 20, sólo dos años después. Los tonos proféticos, musical y políticamente hablando, llevarían a Britten y a su ya pareja Pears a un viaje por América del Norte, tal y como lo hicieron numerosos artistas quienes también temían que lo peor estaba aún por venir.

Leonardo Balada: Memoria de una guerra sin vencedores.


Tal y como lo expliqué en el párrafo anterior, la Guerra Civil terminó con la derrota de la República y la instauración de un régimen teocrático y militarista bajo el liderazgo de Franco. La represión que se ejerció en contra de aquellos que apoyaban los valores liberales de la república fue brutal: miles fueron ejecutados, otros miles fueron encarcelados en prisiones y campos de concentración y muchos otros miles se encontraron amordazados. España sufrió de igual manera una gran fuga de cerebros ya que miles de científicos y artistas se exiliaron; algunos como el dramaturgo Federico García Lorca o el compositor Antonio José, siquiera pudieron escapar. Pero todos aquellos que sí, huyeron a Francia, donde tuvieron que hacer frente a la invasión Nazi un año después. Algunos de ellos fueron más lejos, a Inglaterra, EUA, la URSS, pero la gran mayoría acabó en naciones otrora colonias españolas. Un gran número emigró a México donde el gobierno socialista del presidente Lázaro Cárdenas, el único de su tipo que jamás haya ocurrido en dicha nación, dio asilo a incontables españoles y a sus fortunas: bien conocidas son las historias del poeta Luis Cernuda, del cineasta Luis Buñuel o del compositor Rodolfo Halffter, cuya fama prevalece gracias a sus importantes legados artísticos. Dichos emigrantes también formaron importantes colonias en Argentina: el compositor Manuel de Falla pasó sus últimos días en una estancia pampera mientras que el escritor Rafael Alberti se convertía en una importante figura en dicha nación. No obstante, no serían los últimos exiliados, ya que la dictadura de Franco se extendería mucho más tiempo que aquellas de sus aliados ideológicos y nos deja uno de los escenarios hipotéticos más interesantes de la historia: Después de 1943, Franco cambió de bando a políticas anglófilas, más que nada porque temía que la derrota rusa de Hitler lo hiciera mirar hacia el Atlántico y por lo mismo invadir España, situación que supondría de igual forma la caída de los Falangistas. También lo hizo porque presentía que, al terminar la guerra de Hitler, su férreo anti-socialismo podría ser su as oculto para evitar cualquier invasión de los Aliados Occidentales. Si hubiera sido un militar terco en vez de un estratega, quizás entonces la historia habría presencial el plan de su entonces dictador-rival cubano Fulgencio Batista  para invadir España con una coalición de EUA, otras naciones latinoamericanas y Gran Bretaña; algo que podría haber vuelto aún más compleja la historia del continente americano durante la segunda mitad del siglo 20. Pero, pues, nos quedamos con lo que fue: treinta años de semi-aislamiento político, clientelismo con Occidente y una enorme represión y atraso social, factores que sin duda perpetuaron la imagen de España siendo parte de África. Como resultado, la fuga de cerebros que comenzó con la Guerra Civil no se detuvo por 35 años. Uno de esos cerebros fugados es el compositor Leonardo Balada, cuya vida y obra ya había sido explorada anteriormente.

Balada es un compositor de sumo interés: podría decirse que es un compositor-historiador porque crea obras sobre temas históricos al mismo tiempo que reflexiona sobre ellos. Como Britten, sus experiencias personales lo han puesto del lado de aquellos que están social o económicamente oprimidos, al igual que de los pacifistas. Su eclecticismo musical lo ha llevado a ser internacionalmente aclamado y ha puesto su música entre lo más accesible ya que atrae tanto a mentalidades independientes como al diletante promedio. Hace diez años, Balada compuso una obra relativa a la Guerra Civi: su Sinfonía No. 6 o Sinfonía de las Penas, misma que está dedicada a las víctimas inocentes de la Guerra Civil Española. Instrumentada para una orquesta regular, es una obra compacta en diseño, pero no así en visión. Comienza con un terrible golpe de percusiones, seguido por una exploración microtonal de una melodía popular para cuerdas y xilófonos, misma que constituye una variación del Himno de Riego, himno nacional de la República Española. Entonces, surge la melodía Falangitsa Cara al Sol en cornos y demás métales. Dichas tonadas servirán como base para la acción musical. Las arpas tocan continuamente el Himno Republicano en el fono, deteniéndose en una sección disonante y oscura con una cascada de metales con golpes en la percusión. Las trompetas vuelan por doquier y los vientos de guerra devastan el aire.  El Himno de Riego recibe atención en los metales y los alientos, a lo que le siguen las cuerdas, acompañado por percusiones marciales a la batallas. Violentos golpes en los instrumentos simbolizan otra escena de confrontación, misma que termina en un apasionado solo para chelo. Este motivo secundario de dos semitonos se desarrolla sobre un paisaje elegiaco, reconvirtiéndose en el Himno de Riego en las cuerdas; éste se sobreimpone, usando técnicas Ivesianas, con el tema Cara al Sol en los metales. Esto, en conjunción con los ritmos repetitivos, crea un episodio característico de Balada donde instrumentos con afinación libre colapsan uno sobre otro. El solo elegiaco para chelo vuelve, ahora acompañado por otros instrumentos de la orquesta, en cierta forma recordando a Yoshimatsu. Los contrabajos y el pinao traen de nuevo la marcha a la que se unen los oboes y las cuerdas angustiosas. Al disiparse, las trompetas entonan unas fanfarrias que se rompen una tras otra en ritmos sincopados, siempre enmarcada por percusiones, mientras que la marcha en las cuerdas progresa y cruza por todas las familias. Ahora, es el himno Cara al Sol que toma la posición triunfal en los metales; no obstante se ve cuestionada por creciente angustia en las cuerdas. El himno retoma su marcha, pero lo detienen las cuerdas al tocar el motivo del chelo como protesta y cuestionamiento continuo. Sin embargo, el Himno de Riego llega triunfalmente en los metales, un vistazo al futuro quizás; mismo que es detenido por los semitonos: un recuerdo para no olvidar el pasado a pesar de las victorias y aprender continuamente de los errores.

Tal y como lo sugiere la sinfonía, la libertad triunfaría con el tiempo. Franco, al ser humano, no era eterno y murió en noviembre de 1975, encarnando el sistema político que deseo perpetuar: viejo, decrépito y enfermo. La clase política se dividió entre continuistas liberales e inmovilistas conservadores; sin embargo eran ahora los liberales quienes tenían la ventaja a su favor. El orden global había cambiado enormemente desde 1936 y España estaba al borde del cambio nuevamente, pero esta vez, el mundo se hallaba sumido en una Guerra Fría contra el comunismo y se debía atraer a España al lado de las democracias occidentales. Por dentro y por fuera, los continuistas encontraron gran apoyo al cambio y para su suerte, Franco había elegido como sucesor a Juan Carlos de Borbón, nieto y heredero de Alfonso XIII, quien tenía ideas liberales. Una vez coronado rey, Juan Carlos I aclaró el camino a España para convertirse en una nación moderna de Europa. En 1978, una nueva constitución fue aprobada y España se volvió una monarquía constitucional con un sistema bicameral, similar al existente en Inglaterra o los Países Bajos. Rafael Alberti, el literato exiliado, regresó a España y brevemente fue congresista. La senda de la libertad, no obstante, contenía obstáculos: en 1981, Juan Carlos I tuvo que hacer frente a golpistas conservadores del ejército, desmantelando su intentona casi de inmediato. Socialmente hablando, España recibió con los brazos abiertos los bienes viniendo de naciones liberales, casi hasta el extremo durante las décadas de 1980 y 1990 en la época llamada El Destape. Muchos de los íconos de la cultura pop española de hoy en día nacieron o se originaron en aquellos días de liberación, así como valores libertarios como el secularismo, la tolerancia y la apertura, pero hoy en día enfrentan de nuevo el reto del oscurantismo; porque como en el resto de Europa, el manto oscuro de la intolerancia se cierne por asuntos sociales que no han sido resueltos. Sin embargo, si los españoles y los europeos en general reexaminan su enorme legado antibélico, quizás puedan mirar a su situación actual y actuar conforme al sentido común antes de llegar a un punto de inflexión.

Sebastián Rodríguez Mayén.

Historical Scenes I: A(nother) war never to forget

Some months ago, we briefly spoke of Spanish Civil War as the conflict that foreshadowed most of WW2 during our year-theme in 2014. Nonetheless, it is a very important and complex conflict to explain as it was, in words of some historians, the only lost battle for freedom in Western Europe. Even before their defeat in the Spanish-American War and their loss of their last colonies, Spain lagged economically, socially and politically behind the rest of Europe, to the point there was a sound belief within scientific and academic community that “Africa began at the Pyrenees”, phrase falsely attributed to Alexandre Dumas Sr. yet correctly taken from now-deemed racist manual The Races of Europe: A Sociological Manual by American racialist and economist William Ripley. However, the idea was basically commenced by two anti-Spain diplomats, Dominique Dufour de Pradt and Domingo António de Sousa Coutinho, count of Funchal, at the Vienna Congress in 1815. Considering how power structures evolved after this point of history, with growing Francophile and Anglophile influences all over Europe and later in America, a quite strong racist movement began towards the Spanish, considering them mixed race, not-pure Europeans who had mingled their blood with the “savage, uncivilized” Arab civilization far back in the Middle Ages. This sentiment created a vicious circle, as they were seen from outside incapable of progress and from the inside, intellectuals and liberals found few support to toggle down the monarchy and the church, institutions that exerted tremendous power over hearts and minds since the 16th century.

WW1, or “The War of year 1914” as dubbed in Spain, was a strong catalyst to the challenge of these power structures, as economy, far from being liberalized, was extremely dependent from British, French and German industries, which were tremendously affected as the conflict moved on. While initially booming, the Influenza outbreak damaged terribly the country’s economy, whence the dubbing of Spanish Flu (although now is known it originally started in the USA). After this crisis, major strikes were suppressed and the country panicked when the Rif War (1925-26) erupted in Spanish Morocco; King Alfonso XIII supported a right-wing, military dictatorship as sole solution. The war was won and the problems were partly dismantled, but in 1930 a new crisis emerged as a consequence of the Great Depression. During a popular referendum in 1931, a new republic was proposed and supported by a majority of Spaniards, causing the King to flee and exile without abdicating. Nevertheless, such a culturally diverse country soon fell into a gigantic ideological divide between the left and the right. Leftists supported a quick liberalization of the country, suddenly embracing socialism, communism and atheism as ways to swift social and economic progress; it was at best plain idealism, it was at worse the cause of its demise. Rightists were completely terrified as their privilege was to be targeted; the strong, centralized institutions such as the army and the church were to lose all of their power under such a liberal regime. In the end, they seemed to have the ultimate advantage: using misinformation and propaganda, they captured the hearts and minds of countless Spaniard men and women by dominating their fear to uncertainty; an element that only religious or military order could apparently tackle. Such a great divide polarized greatly after the general election of 1936, when a socialist-communist-anarchist popular front led by President Manuel Azaña, took office. Aristocrats, church and military leaders feared greatly it would be their end, especially because the Republic received enormous support from Stalin and the USSR, and thus prepared open insurrection. On 18th July, 1936, Generals Francisco Franco and José Sanjurjo called the military to revolt from the Canary Islands, a call responded by several armed factions both in the Moroccan enclaves and in Spanish Iberia. The Civil War began.

Benjamin Britten: A pacifist foreign volunteer.


All of a sudden, Spain was torn in a fratricide conflict. The Nationalist insurrects immediately got support from two powerful foreign allies: the totalitarian-fascist governments of Italy and Nazi Germany, whose ideas of control were shared by Franco and the Spanish Oligarchs. The Republic sought to get support from France, England or America to no avail; they feared military retribution from the Germans and they were not prepared to endure their power. Azaña got only little support from their far-away USSR and Mexican allies; the former having actually a non-aggression pact with the Nazis, the latter too weak to send a substantial combat expedition to fight the Falangistas. Nonetheless, liberal professions, intellectuals, artists, writers, even mercenaries from all over the globe were attracted towards the Republican cause and immediately formed volunteer military brigades. Names like Ernest Hemingway, Robert Capa, Norman Bethune or W.H. Auden will always be remembered as significant contributors to the ill-fated cause. This last one composed a poem entitled “Farewell” before going into the fray in 1937; this poem was to be set into a choral work dedicated to the valor of the International Brigades composed by Benjamin Britten, a composer in his tweens whose work Ballad of Heroes was to become one of his first major successes.

Britten was born in Lowesoft in Suffolk, son of a dentist, in 1913. He showed from early age talent for music, much like Mozart and Prokofiev, and his first compositional attempts came as early as he was five years old, much to his mother delight. As a child, he became his family’s pride as he played both piano and viola, and suddenly he became the center of attention of his rather “eccentric” family during the musical soirées his mother offered. While in school, he witnessed and endured physical punishments from the headmaster Thomas Sewell, who would become his spiritual adversary for much of his early life. Those tortures, he said, were part of his steady conversion to pacifism. In 1924, he heard the tone poem The Sea by his future master Frank Bridge, which was a tremendous revelation for him. In 1928, pressed by his father and Sewell, he entered to a boarding school, which he despised for the horrible living conditions (bullying and bad teachers), yet he was able to get a scholarship to the Royal College of Music. By 1930, the year of his admission to the RCM, he had already composed a string quartet and a cycle of songs, mostly prompted by Bridge. He studied there under the guidance of John Ireland and Arthur Benjamin, both respected composers, and there he discovered the modern music by Mahler, Stravinsky and Shostakovich; it was the music of the Austro-Bohemian composer who would make the deepest impact in his soul. It happened also during his cosmopolitan years in London that he would discover his sexuality, making acquaintances with homosexual artists like Auden and most importantly, the singing student Peter Pears who would become his lifelong couple. In sum, all these formative experiences put him, both musically and ideologically, in the camp of social justice, of freedom and of peace.

The Ballad of Heroes, Op. 14 was composed as a pièce d’occasion for the Festival of Music for the People in its 1939 edition. Dedicated to those who had bravely combatted or perished in the International Brigades, it was an honorable tribute to those who had contributed in a desperate, ill-fated effort to save democracy in Spain. It was written for an orchestra with a large percussion section including xylophones, bass drum, side drum, tom drum, whip and cymbals. In addition, three trumpets must play offstage and there is a choir, as the piece is composed over several poem settings by Auden and socialist poet Randall Swingler. The piece is divided in a tripartite scheme: it begins with a Funeral March, in Mahlerian style of course, with the offstage trumpets playing and leading to the main melody in cellos, taken from Britten’s radiophonic adventure King Arthur, as much of the melodic materials. The chorus begins with a Swingler poem in monotone fashion “you who stand at your doors”, calling for those who are dead and come back defeated home, continuing the melody in violins and in strings, continuously raising in tone: “To you we speak, you numberless Englishmen / to remind you of the greatness still among you”, following this minimalistic, bolero scheme until it reaches a dramatic climax on the stanzas “they were men who hated death and loved life/…/men who wished to create, not to destroy”, gradually coming back from the dark they came, as an actual march of deceased spirits. The trumpets play again, each time louder and announcing cries of battle from all sides. The second movement “Dance of Death” is based on Auden’s Farewell. It begins on non-stop strings that charge immediately into the poem “It’s farewell to the drawing room’s civilized cry”; it was effectively the end of diplomatic solutions, of works of beauty, of the olive branched negotiations, matters were now of violence (gas and bomb) for “the Devil has broken parole and arisen”, creating a magnificent division between male and female chorus; strings, woodwind and brass, coalescing on the words “charge fire – storm desire”. Bass drum marks the entrance of goose-stepped legions of the dark: cannons, bombers and machine guns, “for it is the order of trumpet. And anger. And drum”. The chaotic music begins once more and “the skies are lit up like a Christmas tree/…/mankind is alive but mankind must die” creating on this final lines a swirling, final dance with death. The finale is a recitative for tenor solo with choir, again beginning on a poem by Auden. The elegiac singing of the tenor is combined with ghastly music coming from brass and percussion as “the possible summer recedes and the guns can be heard across the hills”. The spoils of war are evoked: desolate valleys, pestilence all over; Europe lies in the dark / city and flood and tree, quite a premonitory image for what was to follow. Still. Britten has hope: by mixing the last part of Auden’s poem with that of Swingler; he dreams of the construction of a better world: secret messages of peace will fly on unnoticed pigeons over continents to build a city where the will of love is done, where the enemy and the coward are pardoned; much like an utopia of the Christ. Instruments play now major chords as the choir shouts “Pardon them…” “Honor, honor them all”. Music then subsides into silence, calling for the rest of souls. Yet the funeral music of the beginning comes again, yet now with a prophetic sign of the times to come “fight for peace, for liberty and for you”, concluding the work with the opening fanfares, now foretelling about war.
Britten’s work was premiered on 5th April, 1939, four days after the Spanish Civil war ended with a victory of the Falangist insurrects. In spite of the “bad” timing, the Ballad is seen as his earliest great achievement, which was going to be followed by his second great one, the Sinfonia da Requiem, Op. 20, just two years later. The prophetic overtones, musically and politically, would lead Britten and his now-couple Pears into a voyage to North America, much like countless British artists who equally feared the worse was just yet to come.

Leonardo Balada: Commemorating a war without winner.



As explained in the paragraph before, Spanish Civil War ended with the defeat of the Republic and the instauration of a theocratic, military régime under the leadership of Franco. Repression exerted upon those who supported the liberal values of the republic was atrocious: thousands were executed, many other thousands languished in prisons and concentration camps, and even more thousands found themselves muzzled. Equally, Spain was practically brain-drained as hundreds of scientists and artists went into exile; some of them like playwright Federico García Lorca or composer Antonio José, didn’t even make it. All of those who did it fled to France, where they had to suffer the Nazi invasion a year after. Some of them went even farer, to Britain, US, USSR, but the vast majority of exiles ended in countries that were former colonies of Spain. A great number of them migrated to Mexico, where the socialist government of President Lazaro Cardenas, the only of such a kind that has happened in that nation, hosted countless Spaniards and their fortunes: well-known became the stories of poet Luis Cernuda, of filmmaker Luis Buñuel and of composer Rodolfo Halffter; whose fame endures even nowadays in the awe-inspiring works they left as legacy. Immigrants were equally important in Argentina as well: composer Manuel de Falla spent his last years in a Pampean Estancia (homestead) and writer Rafael Alberti became a vibrant cultural figure of that southern nation. However, they were not to be the last, as Franco’s dictatorship would last long after the downfall of their ideological allies in one of the most daunting “what if?” the history has to offer: After 1943, Franco immediately shifted sides to anglophile politics, mostly because he feared the failure of Hitler in Russia would make him expand his ambitions into the Atlantic, and thus invade Spain, idea which in the end, would constitute Franco’s own demise. He also did because, when Hitler’s war ended, he foresaw the best thing he could do was to keep his staunch anti-bolshevism as trump card should the triumphant Western Allies ever planned an invasion. Had he been more stubborn and less strategic, probably history could have witnessed his then rival Cuban dictator Fulgencio Batista’s plan to invade Spain with the US and a coalition of Latin-American nations with Britain; most likely, the history of the Americas in the second half of the 20th Century would have been far more complex. Yet, we have left what it was: thirty years of political semi-isolationism, clientelism with the West and societal backwardness and repression, which undoubtedly perpetuated the image of Spain as being part of Africa. As a result, the brain drain that began with the Civil War did not stop for 35 years. One of those brain-drains is composer Leonardo Balada, whose life and work has being discussed on an earlier post.

Balada is a very interesting composer: one may say he is a historian-composer because he creates music about historical subjects, and at the same time he reflects upon them. Like Britten, his personal experiences have put him aside him with the socially and economically oppressed, as well as with pacifists. His musical eclecticism has led him to international acclaim, and places his music in a rather accessible place whose appeal ranges from the most independent minds to average concert goers. Ten years ago, Balada composed a work about this period of history: it was his Symphony No. 6 or “Symphony of Sorrows”, and it bears a dedication to all the innocent victims of the Spanish Civil War. It is scored for full orchestra and it is compact in design, yet not in scope. The work opens with a terrible percussion strike, followed by the exploration of a folk-like melody in microtonal strings and xylophone, which constitutes a variation of the Himno de Riego, the National Anthem of the Spanish Republic. The Falangist tune Cara al Sol (Face to the Sun) opens on a blast for horns and brass. These two melodies are going to serve as point of departure for action. Harps play continuously the Republican Anthem, suddenly stopping at a dark, dissonant section featuring a cascade of brass with percussion clashes. Trumpets blast all over, as the winds of war in violins soar in the air. The Himno de Riego is suddenly given a spotlight in brass and woodwind and later in strings, martially accompanied with percussion into battle. Violent clashes in all instruments symbolize another confrontation scene, which ends on a poignant, brooding solo cello. This secondary two half step motif/melody develops over an elegiac landscape, resuming again as the Himno de Riego in strings which is now superimposed, using Ivesian techniques, with the Cara al Sol anthem in brass. This, in junction with repetitive sound patterns, creates a characteristic Balada episode where freely tuned instruments collapse one over the other. The elegiac cello solo resumes its pace, now echoed by other instruments in the orchestra, somehow bringing Yoshimatsu to memory. Contrabasses and piano bring again the march to which oboes join along, followed by anguished strings. As it subsides, trumpet fanfares break down one upon the other in syncopated ryhthms, always framed by percussion, as the string’s marching progresses and crosses through all the instrumental families. Now, it is the Cara al Sol anthem which takes the triumphant position in trumpets and brass, yet its place is suddenly questioned by growing anguish in strings. This anthem seems to retake its winning pace momentarily, yet it is again stopped by the strings, which play the cello motive as continuous protest and questioning. However, the Himno de Riego arrives triumphantly in the brass section, a glimpse to the eventual future perhaps; one that is stopped by the questioning half-step cell: a reminder not to forget the past in spite of victories, and continuously learn from its mistakes.

As suggested by the symphony, freedom was to triumph in time. Franco himself was not eternal and died in November 1975, incarnating the political system he sought to perpetuate: old, cracked and terminally ill. The political class was divided between the progressive (continuistas) and the conservative (inmovilistas); yet now the progressive found on a higher ground. The globe order had reprehensibly changed from 1936 to now and Spain was on the brink of change again, yet the world was now on a Cold War against communism and Spain had to be attracted into the side of the Western Democracy. Inside and outside, the progressives found support for change and luckily enough, Franco had chosen as successor Juan Carlos of Bourbon, grandson and heir of Alfonso XIII, who had liberal views. Once crowned King, Juan Carlos I enabled the path for Spain to become a modern nation of Europe. In 1978, a new Constitution was approved and Spain turned into a Constitutional monarchy with a bicameral system, much alike those in England or the Netherlands. Rafael Alberti, the exiled writer, returned to Spain and briefly became congressman. The road to liberty was not without obstacles: in 1981, Juan Carlos I had to face a conservative coup coming from the military, which he dismantled almost immediately. Socially speaking, Spain received with open arms most of the goods coming from the liberal nations, nearly to the extreme, across the 80’s and the 90’s in an epoch called “El Destape” (literally “The Uncovering”, spiritually both “The Discovery” or “The Venting”). Most of the Spanish icons of pop culture nowadays originated or were born during these days of liberation, as well as liberal values like secularism, tolerance and openness, but nowadays face again the challenge of obscurantism; for like in the rest of Europe, a dark wave of intolerance has risen again from unresolved social matters. Nevertheless, if Spanish and Europeans in general reexamine the enormous anti-war legacy left by former generations, they may wisely look at their present situation and act using common sense before crisis reaches an inflexion point.


Sebastian Rodriguez Mayen.

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