Wednesday, March 26, 2014

Compositor estimado, Obra desestimada I (Especial de la 1ª GM): Elgar y las esperanzas de un imperio malherido.



¡Bienvenidos otra vez! Para la entrada de hoy, presento la primera edición de la serie Compositor estimado, obra desestimada, que será dedicada  a aquellas obras desconocidas por compositores bastante conocidos. Muchas de ellas tuvieron algo o mucha atención en su momento, pero no lograron mantenerse en el repertorio por obvias razones (o no tanto). Hoy presentaré algunas obras de Edward Elgar que fueron escritas durante la Primera Guerra Mundial y que tienen cierta importancia histórica ya que representan el estado de ánimo del compositor durante diferentes momentos del conflicto. Estas son: Carrillón Op. 75, Polonia Op. 76 y The Spirit of England Op.80.

Nacido en 1862, Elgar fue el cuarto de siete hijos de un comerciante musical católico de Worcestershire. Él fue un compositor en gran parte autodidacta, quien a pesar de las barreras y envidias de la sociedad y los círculos académicos de la era Victoriana, logró tener mucho éxito como William Byrd tres siglos antes. Elgar recibió gran parte de su educación musical en casa, ya que su padre poseía muchos conocimientos musicales, si bien mucha de su inspiración fue obtenida durante sus viajes al continente cuando tenía 20 y 30 años, en especial aquellos a Alemania. Allí, estuvo en contacto con la música de Schumann, Rubinstein, Brahms y Wagner, al mismo tiempo que hacía amistades importantes, sobre todo aquella con Augustus Jaeger, un editor de música de Düsseldorf, quien inspiró muchos trabajos juveniles de Elgar y cuya personalidad está descrita musicalmente en el primer gran éxito de Elgar, las Variaciones Enigma Op.36. Los triunfos del compositor se multiplicaron poco a poco y para 1914, Edward Elgar se convirtió en el músico más importante del Imperio Británico. Sus dos sinfonías (Opp. 55 and 63 respectivamente), sus gigantescos oratorios como El Sueño de Geronte Op.38 y sus obras más ligeras como las Marchas Pompa y Circunstancia Op. 39 (Nos. 1 a 4) lo llevaron a ser nombrado caballero en 1904 y su música representaba el optimismo y la gran gloria del Imperio antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial.


Carrillón Op.75 fue compuesta durante los primeros meses la guerra, es decir a fines de 1914, como reacción ante la voraz invasión alemana en Bélgica. La obra es un drama recitativo sobre el poema “Después de Amberes” del belga Émile Cammaerts que puede ser recitado en el idioma original o en su traducción inglesa Carrillón (versión aquí presente). No es raro encontrar este tipo de composición a principios del siglo XX y los fervores patrióticos del momento por parte de belgas y británicos dieron preferencia a un recitativo que a un tratamiento coral/orquestal de la obra. La estructura musical es realmente muy simple: Elgar crea un leitmotiv descendiente de cuatro notas el cual recuerda los carrillones desaparecidos de los pueblos e iglesias arrasados por la guerra. Después de una introducción de dos minutos, el recitador comienza ardientemente su tarea con las palabras “Belgas, canten, ¡canten!” para describir la terrible destrucción de la nación belga. La orquesta entra y sale de su recitativo, dejando muchas veces las partes más solemnes en solitario. Al final, el poeta divisa una triunfal reconquista de Bélgica y un avance monumental sobre Berlín, guiados por un sentimiento de “dulce venganza”. El día de hoy, la obra puede ser interpretada sin texto.


El brillante optimismo de una guerra que debió haber terminado en la navidad de 1914 y que alimentó moralmente las tempranas operaciones del ejército británico pronto se desvaneció, especialmente cuando el avance en el frente Occidental se detuvo y las masacres de la primera guerra totalmente industrializada se convirtieron en el pan de todos los días para los soldados en las trincheras y para las ya inútiles divisiones de caballería, ya que tuvieron que enfrentar ametralladoras, proyectiles explosivos y granadas que detenían el rápido avance militar. Sin embargo, los horrores de la guerra fueron rápidamente acogidos por las bellas artes: Laurence Binyon, un poeta importante dentro de la esfera artística británica, fue pronto en publicar algunos poemas inspirados en la guerra en el Times hacia finales de 1914, si bien él vio algo de acción hasta 1916 como ayudante médico. Tres de sus poemas “El cuatro de Agosto”, “Para las mujeres” y “Para los caídos” se convirtieron en una trilogía que Elgar llamó “The Spirit of England” y que se convirtió en el Op. 80 de su producción. Esta composición fue de difícil  creación ya que hubo factores internos y externos a su lógica que impidieron su estreno próximo. Primero, un compositor conocido de Elgar, Cyril Rootham, ya estaba trabajando en musicalizar “Para los caídos”. Segundo, mientras que Elgar pudo musicalizar el segundo y tercer poema sin problema, aquél titulado “El cuatro de agosto” tuvo un peso especial sobre el compositor, ya que había algunas líneas que se referían a los alemanes como “Vampiros de la desgastada voluntad y de la sangre de Europa”. Como recordarán, Elgar (al igual que Delius, cuya música fue explorada la semana pasada) tenía grandes amistades en Alemania y estos versos lo trastornaban un poco. No obstante, la cruda realidad viniendo del campo de batalla lo hizo cambiar poco a poco de parecer y encontró manera de proseguir con la obra. Tercero, cuando la obra fue estrenada, fue muy difícil encontrar un tenor que pudiera cantar durante el segundo movimiento y por esa misma razón, toda la obra fue cantada con una única solista. Finalmente y contra viento y marea, la obra fue estrenada en Octubre de 1917. The Spirit of England está compuesta para orquesta, coro mixto y dos solistas (una soprano y un tenor). Durante los tres episodios, la música es mayormente de naturaleza desolada. A pesar de ello, hay pasajes mucho más optimistas y se le considera a todo el conjunto como el Requiem de Guerra de Elgar. “El cuatro de Agosto” comienza con profundos intervalos disonantes en los metales y los alientos para dar paso a una introducción mucho más alegre, la cual es seguida por la entrada del coro y la soprano. El poema es más bien caracterizado por una marcha alegre que por notas tristes, ya que sirve como un llamado a las armas. Sin embargo, al acercarse a los versos referidos a los alemanes, Elgar reutiliza material del coro de los demonios del oratorio El Sueño de Geronte e incluso más allá, ya que los versos finales son caracterizados por disonancia y desesperación. A pesar de todo, el optimismo e ímpetu inicial vuelven una vez más. “Para las mujeres” es un movimiento mucho más introspectivo y de reflexión. El tenor, con voz dramática, introduce el movimiento hasta la primer entrada del coro, igualmente dramática. El uso efectivo de la orquestación y el cromatismo evocan las palabras del poema, que trata sobre el dolor de una pérdida y de mantenerse fuertes a pesar de todas las adversidades, con gran efectividad. La puesta en música del tercer y último poema “Para los caídos” es en realidad una gran marcha fúnebre con un pequeño toque mahleriano: Tonalidades menores y un leitmotiv marcial compuesto de intervalos en saltos son la columna vertebral del movimiento, cuya sección central es un memorial para los jóvenes soldados muertos en la guerra y que contrasta con el tono sombrío del resto del movimiento. Eventualmente, las almas de los soldados encuentran la luz y el descanso eterno, señaladas por la predominancia de tonalidades mayores hacia el fin de la obra.


Mientras tanto a mediados de 1915, Elgar se dedicó a la composición y estreno de su poema sinfónico Polonia Op.76. Esta obra fue compuesta para un concierto de caridad para el fondo de ayuda a las víctimas polacas de guerra, basado en Inglaterra y que ayudaba a polacos que buscaban asilo en dicho país. Dicho poema sería una premonición de los hechos que ocurrirían años más tarde. Polonia no existía como nación desde el congreso de Viena de 1815 y varias revueltas independistas tuvieron lugar a lo largo del siglo 19 para liberarse de sus captores: Austria, Rusia y Prusia (más tarde Alemania). Como resultado de la dominación extranjera, los jóvenes polacos eran forzados a enlistarse en los ejércitos de éstos tres países y la 1GM no fue excepción. Muchos polacos huyeron a Europa Occidental y organizaciones como el dicho fondo nacieron para apoyar a estos refugiados. Elgar compuso esta gran obra para gran orquesta (y órgano) que describe musicalmente las luchas continuas y el dolor causado al pueblo polaco por la opresión imperial de aquellas tres naciones. Polonia quizás no existía, pero su alma vivía en sus artistas y en el pueblo, así que Elgar cita canciones patrióticas como la Warzawianka (Marcha de los zuavos), Z dymem pózarow (Bajo el humo y el fuego) al igual que obras clásicas como el Nocturno de Chopin y la Fantasía Polaca de Paderewski (a quien la obra está dedicada y quien más tarde se convertiría en primer ministro de Polonia) y un tema original de Elgar marcado nobilemente. Estos temas son usados en diferentes contextos que van desde lo reflexivo y lo melancólico hasta lo angustiado y patriótico, los cuales culminan en una lucha final contra los tiranos extranjeros, triunfando finalmente contra ellos, gesto que es simbolizado por la Mazurca de Dabrowski, melodía que se convertiría en el himno nacional de Polonia poco después. Finalmente, los tumultos sociales crecientes en los Imperios Centrales y la Revolución Rusa trajeron como consecuencia un último levantamiento armado en las tierras polacas después del final de la 1GM, el cual aseguró su independencia bajo el Tratado de Versalles de 1919 con apoyo de los Aliados de Occidente.

Sebastián Rodríguez Mayén.
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